¡10 obras magistrales de la pintura Dominicana!

¡10 obras magistrales de la pintura Dominicana!

La noche del pasado viernes 24 de febrero, en el Auditorio del Museo de Arte Moderno, junto a la Dra. Laura Gil Fiallo y Marianne de Tolentino, directora de la Galería Nacional de Bellas Artes, participamos del panel titulado “Arte Dominicano. Repensar la Colección del MAM”. Según nota oficial, este coloquio fue organizado en el marco de la exposición “Historia de la Bienal. La Bienal en la Historia. 1942- 2015”, una nueva entrega hasta cierto punto equilibrada y siempre “repensable”, de la exposición que hoy se despliega cronológicamente en la tercera planta del MAM y la cual incluye más de 150 obras, entre pinturas, esculturas, dibujos, grabados, fotografías, instalaciones y videos.
La exposición es un extracto significativo de los fondos del Museo de Arte Moderno (más de 1.500 obras) y está basada íntegramente en los “Premios” de las 28 ediciones de la Bienal Nacional de Artes Visuales. “Historia de la Bienal. La Bienal en la Historia. 1942- 2015” es una muestra que ciertamente merece ser revisitada durante todo el año por todos los interesados en conocer y disfrutar los más valiosos tesoros culturales de nuestro país; las maravillas figurales y transfigurales que nos han legado nuestros más brillantes fabuladores del delirio, así como los momentos más trascendentales del arte dominicano.
Como ya es sabido por los yoguis de la conversación de arte, aunque precisaría alguna vez Diógenes Céspedes que “nadie sabe nada”, a las tertulias y coloquios sobre la vida y obra de los artistas, únicamente suelen acudir aquellos directamente interesados y alguno que otro “especialista”. Pero la “gente común” siempre se arriesga. Precisamente, uno de los momentos más interesantes en el desarrollo del panel fue cuando un atento “des-conocido”: ¿artista, amante del arte o presentido espectador?, solicitó gentilmente una “precisa definición” del término “Obra maestra”, ya que, como tales, me he atrevido a calificar algunas obras pictóricas emblemáticas de la colección del MAM.
Debido a su sólida formación académica y a su experiencia como catedrática universitaria y especialista en las etapas de fundación y florecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENAV), era obvio que la primera en responder al puntual cuestionamiento fuera la doctora Laura Gil, quien de inmediato nos remitiría a las regulaciones de los gremios de artesanos de la Edad Media europea. En tal contexto, la obra maestra era aquella especialmente digna de admiración que le permitiera a su autor obtener el título de “maestro artesano”; una obra en la cual su autor demostraba un alto grado de excelencia en el dominio de los fundamentos técnicos y estéticos de su oficio, garantía absoluta para acceder a la condición de maestro de la cofradía.
A partir del Renacimiento (siglos XV y XVI), el término “obra maestra” ha devenido en sinónimo de “Magnum opus”, del latín “Opus magnum”: gran obra, fórmula procedente del lenguaje de los herméticos y alquimistas que designaba el proceso mediante el cual persiguieron durante siglos la fantástica “piedra filosofal”, una mágica sustancia que transmutaría los metales en oro. Sin embargo, en el contexto específico del arte contemporáneo, el vocablo nos refiere a las obras mayores, más emblemáticas, representativas o valiosas de la producción global de un artista, sea pintor, músico, pensador, escritor, coreógrafo, cineasta o arquitecto.
Desde luego, hoy no se puede negar que el remate distintivo de “obra maestra” haya sido banalizado y “bandalizado” en forma despiadada al ser incorporado a la terminología “cobista”, utilizada frecuentemente por quienes intentan cogernos desprevenidos, sin darse cuenta de que todo embeleco a penas se atrae los piropos de la autosatisfacción y el oprobio. Así que es posible que la misma paranoia desatada por los refractarios alabarderos del arte contemporáneo, sea la clave del consecuente interrogatorio que hoy insiste y persiste en torno a la definición categórica y calificadora “obra maestra”.
Pero, tengo que volver al inicio de estas líneas. En realidad, el motivo del panel no fue solo la muestra “Historia de la Bienal. La Bienal en la Historia. 1942- 2015”, sino también la oportuna decisión de la dirección del Museo de Arte Moderno de llenar todos sus espacios con la colección permanente, logrando un despliegue del arte dominicano con tal amplitud como no se había podido ver en mucho tiempo a través de las muestras tituladas “Abstracción Pictórica en la Colección del MAM”, instalada en la sala del Sótano y “El expresionismo Dominicano”, que aun podemos apreciar en los espacios del primer nivel.
Si tuviese que asumir la osadía del viaje prospectivo hacia la excitante entrevisión de un potencial Opus magnum de la pintura dominicana, iniciaría sin titubeos con una lista de diez (10) obras definitivamente magistrales, icónicas o representativas de la modernidad artística dominicana que al mismo tiempo se constituyen en obras axiales dentro de la colección patrimonial. En el caso específico de la pintura, la selección no resultaría tan problemática.

Y es que la pintura sigue siendo la expresión mayor de nuestras artes plásticas y visuales. Entonces, en el orden que impone la disponibilidad, aquí inicio con las primeras 5 imágenes de mi primera lista de 10 obras magistrales de la pintura dominicana de ayer y hoy: “Desnudo”, óleo sobre tela de Celeste Woss y Gil (1891-1985), premiada en la primera edición de la Bienal Nacional en 1942. “Fragmento para mural”, óleo sobre tela de Jaime González Colson (1901-1975), Primer Premio de Pintura de la VII Bienal en 1954. “Ozama”, óleo sobre tela de Clara Ledesma (1924-1999), Primer Premio de Pintura de la VIII Bienal en 1956. “El Sacrificio del chivo”, óleo sobre tela de Eligio Pichardo (1929-1984), Primer Premio de Pintura de la IX Bienal en 1958. “Hombre espanto”, técnica mixta sobre tela de Paúl Giudicelli (1921-1965) con la que obtuvo el Primer Premio de Pintura de la X Bienal en 1960…continuará…

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