La zona amurallada, sus desaciertos

La zona amurallada, sus desaciertos

Desde el 2012, vivimos con anuncios reiterados de la inauguración, restauración o rehabilitación de la zona histórica de Santo Domingo, donde se ejecuta el Programa de Fomento al Turismo, con un préstamo del BID de US$ 90 millones para más de 40 proyectos diferentes. Se habla de proyecto integral que responderá a las necesidades de los residentes y visitantes de la Ciudad Amurallada. Pues, me invade un sentimiento contradictorio frente a las obras en curso: por un lado, vemos una cierta mejoría de algunas calles y casas de la zona pero, al mismo tiempo, se evidencian los desaciertos, como son las limitaciones al acceso, al parqueo, a la información y al disfrute de la zona para sus habitantes. La falta de comunicación no permite entrever el fin de las molestias, lo que ha provocado un cierto hastió.
Persisten casas y barrios enteros, no intervenidos, como San Antón y Santa Bárbara, que resisten en condiciones precarias a la gentrificación por la dolarización del mercado inmobiliario. Desaciertos son las dificultades que se crearon para el acceso y el parqueo, en la zona, para los habitantes como si solo interesara el turista, que llega en bus o en crucero.
Los trabajos de soterramiento del cableado eléctrico se realizaron en apenas algunas cuadras, duraron una eternidad, y perjudicaron los negocios por la falta de acceso y parqueo. Las casas que bordean no fueron rehabilitadas ni pintadas, lo que frustra aún más sus habitantes. Después se ampliaron las aceras, por lo tanto se redujeron las calzadas y también la fluidez del tránsito y como se les puso unas filas de bolardos interminables y, no flexibles, los habitantes ahora, tienen menos parqueos y solo privados con más tapones.
Un simple ejercicio de semiótica urbana evidencia la ideología que sustenta la rehabilitación de la zona, induce a la exclusión de los habitantes para la inclusión de más turistas, pero como es más fácil, prohibir que educar, impedir que facilitar, se multiplican los obstáculos físicos en la zona, incluso para los turistas que se pasean entre bolardos verticales, bolas al suelo, conos, no flexibles, que prohíben simbólicamente en lugar de acoger, facilitar y fomentar la visita a la zona.
Los turistas sufren las consecuencias de esa exclusión, por la falta de mobiliario urbano: no tienen baños públicos para su aseo personal, por falta de bancos no pueden descansar, por falta de paneles informativos en la zona, no pueden orientarse solos, no pueden leer la historia de los monumentos por falta de paneles educativos, no pueden beber agua potable y fresca por falta de fuentes públicas, no pueden comprar comida ni periódicos por falta de kioscos, no tienen basureros públicos para mantener la zona limpia y como si fuera poco, ahora sufren, con el paso de las bicicletas, las patinetas, el chuchutren, el tren-bar con música y los carruajes. Uno se pregunta ¿Qué centro histórico se fomenta y qué tipo de turismo se busca?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas