Lo ocurrido en Pedernales, donde el asesinato de una pareja de esposos provocó una estampida de haitianos huyendo hacia su país para evitar represalias de una turba sedienta de venganza, encierra algunas lecciones que deberíamos saber aprovechar, y ojalá sea antes de que esa comunidad fronteriza, que según sus autoridades atraviesa por la peor crisis económica de su historia como consecuencia de la salida de los haitianos y la suspensión del mercado binacional que se celebra dos veces a la semana, se convierta en un pueblo fantasma. Este lunes tampoco hubo intercambio comercial con nuestros vecinos, pues las autoridades haitianas, que todavía no han dado respuesta a la solicitud de extradición de los señalados como responsables del doble crimen, prohibieron a sus ciudadanos acudir al mercado, y si les preguntamos por qué es muy probable que nos respondan que lo hicieron para protegerlos de eventuales agresiones. Es la segunda vez que esto ocurre desde que el ayuntamiento de Pedernales decidió reabrir el mercado luego de permanecer cerrado durante un mes debido a las tensiones provocadas por el doble crimen, y también la segunda vez que los productos y mercancías de los comerciantes y productores dominicanos se quedaron sin compradores, ahondando el desaliento y la desesperanza de una población que pide a gritos que el Gobierno vaya en su auxilio, que bien podría ser un plan de contingencia que, en el corto plazo, les ayude a sobrevivir a lo que parece la suspensión indefinida del mercado binacional. Desgraciadamente, parece que la distancia ha impedido que esos gritos se escuchen, con toda su dramática urgencia, en el Palacio Nacional.