¿Por qué el sindrome chino?

¿Por qué el sindrome chino?

En sectores políticos estadounidenses se ha desencadenado un extraordinario frenesí sobre todo lo que huele a China que se está convirtiendo en un verdadero “síndrome”. Es un “padecimiento” descrito como “conjunto de síntomas que se presentan juntos y son características de una enfermedad o de un cuadro patológico determinado provocado, en ocasiones, por la concurrencia de más de una enfermedad”. Para ejemplificar agregan que “el médico trata de establecer la fisiopatología del síndrome que aqueja al enfermo”. Atendiendo a esto último, sin ser médico y el problema es geopolítico, voy a intentar aportar criterios que contribuyan a responder la pregunta expresada en el título.
En primer lugar, sin ser el objetivo principal pero sí la confrontación más mediática, está la llamada guerra comercial desencadenada fundamentalmente contra China con un barraje de aranceles a importaciones procedentes de ese gigante provocando respuestas proporcionales de la parte asiática, como también de otros. No es de dudar que en argumentos norteamericanos pueden encontrarse aspectos legítimos de preocupación pero la estrategia para alcanzarlos es muy equivocada, solo negociando pueden resolverse esas reclamaciones y en una mesa “frente a frente” ambas partes deben avanzar hacia adelante para, por vía de concesiones mutuas, llegar a un acuerdo. Sin embargo, en esencia se creyó que podrían amedrentar y doblegar a China dejando su liderazgo en serio entredicho. Se puede comprobar cuando se revisa el pliego de demandas con la que viajó a Beijing la primera delegación de Washington para regresar frustrada. No se logró humillar al tigre asiático y aunque desencadenó una agria reacción se ha ido comprendiendo que hay que negociar.
En realidad, la verdadera preocupación sobre China no es el flujo comercial sino su paso agigantado hacia el liderazgo global: primer PIB mundial por su paridad adquisitiva, mayores reservas de capital sin antecedentes históricos lo que le concede gran capacidad de inversión global, principal acreedor planetario, inclusive de la propia economía de EEUU. Sin dudas cada día se acerca más a compartir la principalía económica mundial con los Estados Unidos. Hay un sector estadounidense que no lo concibe ni lo quiere aceptar. El programa chino “Made in China 2025” está catapultando a China al protagonismo tecnológico en ramas claves. Insoportable para algunos que lo ven como una grave amenaza a su dominio.
Por otra parte, desde 1971, promovido por los propios Estados Unidos por sus intereses geopolíticos coyunturales, la ONU adoptó una Resolución reconociendo a China Popular como legítimo representante del pueblo chino y a Taiwán como parte de él. El primero que acogió ese mandato fue Washington y progresivamente le ha ido siguiendo el resto del mundo. Ni la Casa Blanca ni el Capitolio se inmutaban cuando se iban conociendo nuevas naciones que reconocían a Beijing. Ahora se produce una gran histeria contra las naciones que hacen lo que ellos hicieron hace 40 años. Se desvelan por la creciente influencia China.
Como quiera, todo responde a procesos que son indetenibles y no percatarse y adecuarse a ello es un grave error. De facto, intentando minimizar han maximizado su proyección.

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