No debería repetir aquí lo que sabemos hace tiempo, ya que no hay un rincón de esta media isla donde no haya plantado sus malignas raíces el narcotráfico. Pero tal vez sea oportuno recordarlo en estos días, cuando el municipio cabecera de la laboriosa provincia de Peravia se encuentra en el ojo del huracán luego de que un coronel de la Policía fue asesinado frente a un punto de drogas, un crimen alevoso que conmocionó al país y obligó a su sociedad civil a declararse en pie de guerra contra el flagelo que se ha convertido en un baldón para una comunidad orgullosa de su estirpe. Claro está, sus fuerzas vivas no son las únicas empeñadas en dar la batalla, pues la muerte del oficial obligó también a las autoridades a reaccionar desatando una feroz persecución contra el microtráfico, a tal extremo que la semana pasada, y en tan solo un día, desmantelaron 18 puntos de drogas, entre estos seis que fueron literalmente reducidos a polvo y escombros ya que las casas donde operaban fueron demolidas. ¿Qué qué pasó con los narcotraficantes? “Han huido, parece que son gallinas”, explicaba al otro día el general Eduardo Then, director de la Regional Central de la Policía, incapaz de ocultar lo orgulloso que se sentía por haber utilizado, por primera vez, una retroexcavadora para combatir el narcotráfico. Pero no es solo Baní, vuelvo a repetir, como vuelvo a repetir también que el país esta “cundío” de puntos de drogas que se multiplican como la verdolaga después de las lluvias, por lo que habrá que estar atentos al balance final de la guerra declarada a los narcotraficantes banilejos. Porque si el saldo resulta positivo, la experiencia podría ser replicada en otras zonas, aunque no me imagino cuántas retroexcavadoras harían falta, ni cuántos puntos de droga habría que demoler a lo largo y ancho del país, para que podamos proclamar que le ganamos la guerra a un narcotráfico al que le hemos dejado ganar demasiadas batallas.