1960: Trujillo recorre la república

1960: Trujillo recorre la república

En el 1960 Trujillo semanalmente, viajaba hacia alguna ciudad de la República. Se decía que esos viajes se los recomendó el médico brasileño Pezoa de Cavalcanti. Los locutores de La Voz Dominicana viajaban a los pueblos de las visitas. Por ejemplo en San Juan de la Maguana presente estábamos Bruno Pimentel, Guillermo Peña y un servidor.

Comenzó la fiesta con un desfile de ejemplares vacunos. El Jefe era el primer ganadero del país. De los animales que hacían pasar frente al palco, un torete se detuvo, no quería caminar: Guillermo dijo: “No saben bregar con un becerro”. Se encaminó hacia el animal, le pasó las manos, le habló y el animal reanudó su marcha. Algunos aplaudieron al locutor-vaquero.

Súbitamente un hombre corrió hacia el palco, se lanzó al suelo y se deslizó como un pelotero. Dos oficiales lo encañonaron, Trujillo se incorporó y les ordenó a los oficiales “Déjenlo que se levante y que diga qué es lo que quiere”. El hombre manifestó “Yo quiero y no me diga que no. No me lo niegue. Yo lo que quiero es un burro… un burro de quinielas”. Trujillo lanzó una sonora carcajada que hasta los molares se le vieron. El que hizo la estrambótica petición, era un trota-calles que llamaban “Turpiales”, que gustaba de los petacazos directos al hígado. Las cosas ocurridas fueron varias ocurrentes y divertidas: pero nos hace falta el espacio para relatarlas.

A San Juan fue llevado el alumnado de un colegio religioso. Los alumnos fueron para realizar ejercicios de la entonces conocida Gimnasia Sueca. Los sacerdotes tenían sus alumnos bien entrenados y manifestaron que el espacio resultaba reducido. Era indispensable un espacio mayor.

Entonces para pedirle a la multitud congregada que se movilizara algo, que abriera el espacio que se necesitaba, habló Guillermo como él sabía hacerlo. El dinámico locutor se manifestó así: “Señores por favor, por Dios, abran cancha, hagan espacios. Señores el Ilustre Jefe quiere ver los ejercicios que los alumnos aquí presentes han venido a tributarle al Primer Educador dominicano. Es un homenaje para quien dijo, que el día más feliz de su vida sería aquel en que todos sus compatriotas sepan escribir con sus propias manos y leer con sus propios ojos las sacrosantas palabras de Dios, Patria y Libertad. Por Dios complazcan a ese pobre hombre que se lo da todo y nunca les pide nada”.

A Trujillo le cayó bien lo de “ese pobre hombre”, y del palco del Jefe se levantó un caballero de su más absoluta confianza, que se encaminó hacia los micrófonos y le expresó a Guillermo lo siguiente: “Peña repite lo que expresaste cuando te referiste al Jefe y lo llamaste “ese pobre hombre”.

Yo no me atreví a opinar nada y lo único que  me hubiera decidido a pensar hubiese sido “Cosas veredes Sancho, que hasta las piedras fablarán”.

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