75 años después

75 años después

Cuando las mujeres firmaban con seudónimo masculino, para validarse, ella escribía sin esconder identidad. No quiso ser George Sand para proteger a Aurore Dupin, ni Zenobia Camprubí, olvidada entre el mullido cuerpo de Platero, el pozo de la casa de Moguer y las crisis depresivas de Juan Ramón.
Desafiante, quizás la ambigüedad del nombre sirvió para calmar iras que luego fueron el destemplado encono de la mediocridad. Generaciones de estudiantes de Derecho, jamás se percataron que las anotaciones al Código Penal, que servía de referencia para su formación, provenían de un cerebro femenino.
Discute con gallardía y contundencia la pertinencia del voto femenino, cuando las sandeces argumentativas rebaten el derecho. En 1927 crea el club Nosotras y en el año 1931, Acción Feminista Dominicana. Su activismo irritaba a los sempiternos paradigmas patriarcales. Un osado inició la agresión pública instándola a cuidar a su hijo -1932- como si pensar y ser madre estuviera separado. Arístides Inchaustegui y Blanca Delgado Malagón, con esa propensión a la investigación, al incansable trabajo que procura legado, publicaron, sus Obras Escogidas, con el auspicio de la Secretaría de Estado de Educación Bellas Artes y Cultos-1995-. Leer su Ideario Feminista- 1939- todavía sorprende. Ya emblemático aquello de “la única coquetería que algunos hombres no perdonan es la de tener talento” se adelanta hasta en la denuncia del lenguaje excluyente.
Alumna Montessori se atreve y dice: “de todos los animales, la mujer inteligente es lo más parecido a un hombre inteligente. Entre cualquier palafrenero analfabeta y Shakespeare, existe mayor distancia en la escala zoológica humana, que entre Napoleón y Madame Stael, pongo por caso…”
Abigail Mejía Soliére, desconocida para muchas, es protagonista, a propósito del 75 aniversario del triunfo de las sufragistas dominicanas. Después de luchas denodadas, la Constitución de 1942 consagró el derecho al voto, negado a las mujeres. Desacreditado el movimiento por la cooptación que hizo el tirano de las dirigentes feministas, el logro no puede ignorarse.
Así como en el manifiesto comunista el grito de proletarios del mundo uníos, nos excluía y existe la Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano, la Constitución del 1844 limitaba el derecho. Para votar era necesario: “ser propietario de bienes raíces, o empleado público, u oficial del ejército de tierra o mar, o patentado por el ejercicio de alguna industria o profesión, o profesor de alguna ciencia o arte liberal, o arrendatario por seis años, a lo menos, de un establecimiento rural en actividad de cultivo”. La Constitución de Moca-1858- establece el voto directo e intenta democratizar el derecho, pero sin prever la participación femenina.
La tiranía comienza y la mujer es instrumentalizada. A pesar de la concupiscencia del “jefe”, de su vocación estupradora, el mito de la Matrona abnegada se impone. Rodeado por salaces y ambiciosas damas de primera, el ideal de la satrapía santificaba lo femenino. El discurso feminista, innovador, irrumpe en el ambiente como trueno que augura tormenta y el régimen lo intuía. El valor recorrió la aldea con el mensaje. Transmitirlo, en medio de la penumbra quejumbrosa que la represión comporta, requería temple.
Venciendo traiciones, deserciones y deslices ideológicos, fue realizada la conquista. Está plasmada en el artículo 9 de la Carta Magna: Son ciudadanos todos los dominicanos, de uno u otro sexo, mayores de dieciocho años.
La proeza tiene precursoras, nombres. Abigail, pionera, comenzó en el 1932 con la consigna. Sumó a: Delia Weber, Celeste Woss y Gil, Livia Veloz, Carmen González, Patria Mella del Monte, Petronila Angélica Gómez, Ercilia Pepín, Isabel Amechezurra, Milady Félix Miranda, María Patín Pichardo, Amada Nivar, Consuelo Montalvo.
El precedente de “Las Sufragistas”, excepcional documental realizado por Martha Checo y Virginia Binnet, basado en los archivos gráficos e indagaciones de YlonkaNacidit Perdomo, sirve de guía para la conmemoración de esta hazaña. El arsenal de Ylonka está presto. Cualquiera que disponga su utilización y asesoría, honra y se honra. La consagración del derecho, sus antecedentes, merecen reconocimiento y divulgación.

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