9-1-1, ruido, complicidad y cultura popular

9-1-1, ruido, complicidad y cultura popular

Rafael Acevedo

Después que usted ha llamado al 9-1-1 repetidas veces y no pasa nada, o para cuando llegan sus unidades ya la fiesta o la bulla pasó, es difícil pensar que el servicio anti-ruido sirva para algo.
Como se sabe, el Servicio de Emergencia del “nueve, uno, uno”, ha sido bastante exitoso, pero pareciera que su coordinación con la Unidad Anti-ruido no funciona apropiadamente y afecta negativamente su imagen.
El ruido, su percepción y efectos, es también un asunto cultural, y varía con la clase social (sobre todo, de origen), el nivel de educación (especialmente de sus padres), edad, sexo, religión y otras variables. Mientras para unos un tipo y nivel de sonido es un ruido, para otros puede ser habitual y agradable.
El problema con los agentes anti-ruido puede ser más complicado de lo que aparenta. Los propios individuos que trabajan en esas unidades pueden tener niveles de tolerancia muy altos debido a factores socioculturales. De hecho, si se trata de agentes jóvenes, la denuncia de un foco o acción ruidosa puede ser considerada como una especie de ñoñería pequeño-burguesa la queja de los vecinos. O acaso tan solo envidia por no haber sido invitados.
Aparentemente, hay falta de capacidad, o demasiada tolerancia, especialmente en tiempos navideños, empezando porque las autoridades “del orden” han decretado bacanal de 24 horas hasta Reyes.
Un caso especial, más bien ridículo, son los estadios de softbol en que los juegos son amplificados a todo dar, con música infernal de fondo: ¡Narrando las jugadas a los mismos que las están presenciando! Lo que podría ser simpático pero no deja de ser contraproducente y sobre todo desconsiderado con los trasnochados vecinos a quienes no les interesa el juego ni necesariamente les gusta la música ni las alharacas y el “tumbapolvismo” de locutores pagados.
En una encuesta Gallup reciente, encontramos que hay vecinos detestados por lo ruidoso e inmisericordes que suelen ser; encabezando dicha competencia ciertas iglesias “ruidosamente protestantes”… Y los colmadones.
En el fondo pareciera que: o las “autoridades superiores” son muy laxas en sus conceptos y criterios de aplicación de las Leyes Anti ruido, o tienen poco control sobre sus gentes y agentes; quienes serían los que, a su personal criterio, estarían haciendo los que les pareciere correcto. Individuos que por su origen popular serían propensos a solidarizarse con “grupos alegres” que beben en la esquina y les piden “tolerancia, mi hermano”; y les dan pal camino.
Aunque técnicamente, ruido es todo lo que por no ser posible de decodificar, ya por altos decibeles o por desconocerse su procedencia y significado; es perfectamente posible y obviamente recomendable que a los que trabajan en anti ruido se les instruya con mayor precisión, y se les equipe con contadores de decibeles. Y ojalá que los instruyan para diferenciar una música navideña decente, de un “ruido pseudo musical del diablazo”.
Que el Señor bendiga a los funcionarios, el personal y los agentes que trabajan con sacrificio para que tengamos días de Pascuas felices, y noches y días de mucha paz.

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