Guerra de valores-. Con el apresamiento, al intentar escapar del país disfrazado de turista, del ex capitán de navío de la Marina de Guerra Edward Mayobanex Rodríguez Montero, a quien se perseguía por su vinculación con la muerte de siete colombianos en Paya, Baní, concluye una importante fase de las investigaciones en torno al sangriento hecho, pues se dice que Rodríguez Montero, quien según la Policía confesó haber recibido tres millones de pesos por sus servicios, dirigió la parte operativa de la ejecución. Llegados a este punto, conviene hacer una pausa reflexiva. ¿Qué motivos llevan a un grupo de oficiales de la Marina de Guerra, formados en el rigor de una carrera exigente y plagada de sacrificios, a tirar todo por la borda, arruinando sus carreras y provocando enormes sufrimientos a sus familias? Es probable que la respuesta se llame codicia, afán de riqueza, y la causa sea el materialismo que predomina como valor supremo en este mundo globalizado y ajeno, ese que proclama sin rubor que vales lo que tienes no lo que eres, con el agravante de que como sociedad somos cada vez más permisivos y tolerantes con aquellos que alcanzan esa ansiada meta, ese efímero paraíso de riqueza y bienestar, fingiendo ignorar de dónde han salido los bienes que exhiben o siendo totalmente incompetentes a la hora de sancionar a quienes han obtenido esa riqueza al margen de la ley o a costa de los bienes públicos. No es posible ganar la guerra al narcotráfico y el paraíso de riquezas que promete sin atacar al mismo tiempo ese enemigo invisible pero poderoso, sin hacer frente a esos antivalores con la promoción de valores positivos, enaltecedores de nuestra condición humana, esos que se empiezan a aprender en el seno de la familia y desde que empezamos a gatear por el mundo y que deben continuar en la escuela. Es lo que llaman educación en valores, algo de lo que suele leerse de vez en cuando en los periódicos si algún viejo maestro se siente desbordado por la nostalgia o simplemente asustado porque las cosas no son como antes, pero de ahí no pasa. Por eso estamos perdiendo la guerra más importante de todas, la guerra de los valores.