Una «maldición» en Colombia puede ayudar a curar el Alzheimer

Una «maldición» en Colombia puede ayudar a curar el Alzheimer

YARUMAL, Colombia. AFP. Yarumal, un pueblo del norte de Colombia encaramado en los Andes, la llama su «maldición». Sin embargo, esta anomalía genética puede, a costa de un enorme sacrificio y gracias a una aventura científica fuera de lo común, ayudar a curar el mal de Alzheimer.  

Cuando John Jairo, un atento vigilante nocturno, perdió su empleo por haber dejado todas las puertas abiertas, su familia comprendió que le había llegado la hora de padecer el flagelo que afecta a este pueblo y a sus alrededores desde hace varias generaciones.

Este hombre demacrado tiene apenas 49 años y su cerebro ya está carcomido por la enfermedad degenerativa. Su mirada, perdida, se posa sobre su hija Jeniffer. «Tengo miedo todo el tiempo de que me pueda ocurrir. Cuando pierdo algo me digo: ya lo tengo», confiesa a la AFP esta triste joven de 18 años y largo cabello castaño.

Su padre, que «antes era un hombre tan alegre», no es más que un fantasma inquieto, por momentos agresivo, que se levanta en el medio de la noche para intentar salir de su casa. El año pasado, un vecino afectado por la misma enfermedad burló la vigilancia de su familia y fue hallado luego, muerto de frío, en la montaña.

Herencia de sus ancestros europeos, la «mutación paisa» (como se conoce a los habitantes del departamento de Antioquia, al que pertenece Yarumal) puede desencadenar de manera tan precoz como brutal el mal de Alzheimer, que, en su forma habitual, se presenta recién después de los 60 años.

Basta con que uno de los progenitores transmita a su hijo esta malformación, detectada en un gen del cromosoma 14, para quedar preso de esta terrible lotería: una posibilidad en dos de ser portador de la enfermedad, a veces incluso antes de llegar a los 40 años.

En algunas familias, padres e hijos han sufrido simultáneamente este ciclo infernal de pérdida de memoria seguida de demencia.

Encontrar el remedio. Como marcado por el destino, el doctor Francisco Lopera, un brillante neurólogo que pasó su infancia en Yarumal, recibió hace 30 años un paciente con estos síntomas en el hospital de Medellín, la capital regional.

Líder del Grupo de Neurociencias de la Universidad de Antioquia, se lanzó entonces a un inmenso desafío: encontrar un remedio para prevenir el Alzheimer.

«La mayoría de los ensayos clínicos ha fracasado y se debe a que han sido probados demasiado tarde. Se ha cambiado la estrategia y la idea es probar estos medicamentos tempranamente, antes de que la enfermedad destruya el cerebro», explica Lopera.

Este científico prueba desde hace algunos meses una molécula en un grupo de 300 pacientes sanos de entre 30 y 60 años, portadores de la «mutación paisa». Los resultados se esperan hacia 2020.

Concebido en el marco de un proyecto de 100 millones de dólares, financiado por el Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos, el instituto estadounidense Banner y el centro Genentech, miembro del grupo farmacéutico suizo Roche, este medicamento busca destruir la proteína beta-amiloide que, en los pacientes de Alzheimer, coloniza el cerebro y lo atrofia.

Hay mucho en juego. El Alzheimer afecta a más de 36 millones de personas en el mundo y, sin un remedio, podría extenderse a 66 millones en 2030 y 115 millones en 2050, según un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Esto supone un nuevo caso cada cuatro segundos, tres veces más que el sida.

«No se sabe la causa del Alzheimer, pero para el 1% de las personas que sufren la enfermedad en el mundo, es genética. Eso abre una ventana muy importante para la investigación de terapias preventivas», señala Lopera, quien identificó una población de riesgo de 5.000 personas en la región de Yarumal.

«Banco de cerebros».Su universidad alberga, en una pequeña habitación llena de refrigeradores y tarros de formol, un excepcional «banco de cerebros», una valiosa fuente de información obtenida gracias a la donación de órganos de la población local.

«Fue muy difícil para esa gente, además del sufrimiento, dejar el cerebro de sus seres queridos», dice con admiración Lucía Madrigal, una enfermera del Grupo de Neurociencias, que organiza talleres de estimulación cognitiva para los enfermos.

«Sin ese lazo social, nunca hubiese existido este proyecto científico», dice esta sabia sexagenaria que no piensa en jubilarse. Nacida en los Andes, ha sido testigo de la angustia de Yarumal. «Unos dicen que prefieren matarse. Después llega la enfermedad y se olvidan, pues».

Marta, una enérgica abuela de 72 años oriunda de Yarumal y radicada en Medellín, reza por el éxito del equipo del doctor Lopera.

En su casa, sus dos hijos de 43 y 47 años comenzaron a perder la memoria y volvieron a ser «niños pequeños». Postrada, su hija de 53 años es «sólo un cuerpo» y se alimenta con biberón. «Entregué mis hijos a Dios, ahora es él quien decide», murmura.

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