Cuando el teatro cambia vidas al fomentar éxito con valores

Cuando el teatro cambia vidas al fomentar éxito con valores

La idea del Colegio Claret de hacer teatro era fortalecer valores de manera dinámica, divertida y creativa, mientras desarrollaba el talento de sus estudiantes y mató muchos pájaros de un tiro. Con ese arte impactó a muchachos con problemas de conducta, miedo escénico, tímidos o apáticos, a los que las tablas transformaron.
Desde 2013 Benjamín de los Santos monta los espectáculos, tres al año. Actores y bailarines entregan una aptitud moldeada por la disciplina. Entran a escena la capacidad y la compenetración y queda como premio, el placer de que hicieron el mejor esfuerzo.

“La gran satisfacción es el agradecimiento de los padres, por los resultados en la vida de sus hijos”, explica el productor y aclara que hay espacio para muchas destrezas. Unos actúan, otros bailan, pero algunos solo quieren estar detrás de bambalinas en la coordinación o la parte técnica, como mezclas musicales.

Sus 20 años de experiencia le permiten a de los Santos aseverar, que los resultados con el Claret son satisfactorios. Alumnos desde primaria hasta bachillerato asumen su responsabilidad. La producción para honrar a la Patria, la del Día de las Madres y la de Navidad avalan su afirmación.

En este equipo multidisciplinario las profesoras de Artística, Agustina de la Cruz y Alexandra Correa colaboran con maquetas para ambientar los escenarios. La docente Ada Salazar ayuda con los ensayos de declamaciones de poemas, entre otras actividades.
El entusiasmo es tal que el centro tiene su propio grupo de teatro, compuesto por muchachos de secundaria. Interactúan con el de la parroquia San Antonio María Claret, y “reparten” obras en los pueblos.

Una pieza clave A Sharina Lorenzo, la coreógrafa, la impulsa el entusiasmo y la responsabilidad de sus pupilas. Que valoren y entiendan el trabajo es su gran pago. ¿Qué les exige para ingresar al grupo? buen índice académico, disciplina y claro, que esas cualidades estén acompañadas de lo más importante: amor por el baile. Las “recluta” con ayuda de los profesores.

No disimula el orgullo cuando afirma que el efecto en las niñas es un notable cambio de actitud, reflejada en mayor interacción con sus compañeros, mejores calificaciones, más seguridad, y buen comportamiento en el aula y en la casa.

Aunque tímida, no oculta su regocijo porque todas las coreografías que monta son suyas. Ingresó al colegio hace dos años para ayudar con el montaje de una obra y con el batón ballet; ya lleva tres y se quedó como profesora de educación física de los primeros grados.

Empezó a los nueve años en un programa católico de televisión. Ahí bailaba y actuaba. Es instructora en una academia de baile y pertenece al grupo de teatro de la parroquia.

Con la música por dentro. Como en una obra entra a escena la estudiante de secundaria Mabel Polanco, pero no es actriz. “Noooo, lo mío es el baileeee” y para probarlo se pone a danzar. Asegura entre risas, “le entro desde el belly dance hasta al hip hop”.

Ha montado dos coreografías para presentaciones de Navidad, en el Claret, y empieza a abrirse camino en el montaje de actividades fuera del centro, al que agradece la oportunidad.

“Estar envuelta en esto me aleja de cuestiones negativas, me ayuda a ser más creativa, me libera de tensiones y me hace más sociable y además, ya empiezo a tener beneficios económicos por hacer lo que me gusta. ¿No es buenísimo?”, exclama y retorna a clases, mientras salta y canta.

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