Eterna amistad: Bosch y Fidel

Eterna  amistad: Bosch  y  Fidel

El 27 de febrero de 1961, desde Caracas, en el 117º aniversario de la fundación de la República Dominicana, Juan Bosch escribió una carta al dictador Rafael L. Trujillo, en que le advertía sobre el impacto que tendrían en el panorama continental y de manera específica en nuestro país y su gobierno, los cambios operados en Cuba luego del triunfo de la Revolución:
“…la atmósfera política del hemisferio -expresa Bosch- sufrió un cambio a partir del 1 de enero de 1959. Sea cual sea la opinión que se tenga de Fidel Castro, la historia tendrá que reconocerle que ha desempeñado un papel de primera magnitud en ese cambio de atmósfera continental, pues a él le correspondió la función de transformar a pueblos pacientes en pueblos peligrosos. Ya no somos tierras sin importancia, que pueden ser mantenidas fuera del foco de interés mundial. Ahora hay que pensar en nosotros y elaborar toda una teoría política y social que pueda satisfacer el hambre de libertad, de justicia y de pan del hombre americano”. (Bosch, Juan. El PLD, un partido nuevo en América. Segunda edición, Santo Domingo, Editora El Estudiante, 1992, pp. 95-96).
Termina su carta con este juicio premonitorio:
“Pero sucede que el destino de sus últimos días como dictador de la República Dominicana puede reflejarse con sangre o sin ella en el pueblo de Santo Domingo. Si usted admite que la atmósfera política de América ha cambiado, que en el nuevo ambiente no hay aire para usted, y emigra a aguas más seguras para su naturaleza individual, nuestro país puede recibir el 27 de febrero de 1962 en paz y con optimismo; si usted no lo admite y se empeña en seguir tiranizándolo, el próximo aniversario de la República será caótico y sangriento; y de ser así, el caos y la sangre llegarán más allá del umbral de su propia casa, y escribo casa con el sentido usado en los textos bíblicos.” (Ibid., 96).
Trujillo se negó a escuchar las observaciones de Bosch; se empecinó en continuar subyugando, a sangre y fuego, al pueblo dominicano. Ya es conocida esa historia: el tirano fue ajusticiado, apenas tres meses después de escrita la carta del distinguido líder del exilio dominicano.
Ya antes, en otro 27 de febrero, pero de 1938, Bosch había enviado una carta a Trujillo, desde San Juan de Puerto Rico, en la que le informaba la decisión de salir de su “tierra para no volver en muchos años”. (Ibid., p. 14).
En la misma dirección en que Bosch definió en la citada carta de febrero de 1961, los efectos de la Revolución cubana en la historia del Caribe y, en gran medida, en el devenir de los acontecimientos de la segunda mitad del siglo XX, volvería a plantearlos nueve años después, en su libro De Cristóbal Colón a Fidel Castro, el Caribe, frontera imperial, (Editora Alfa y Omega, Santo Domingo, R. D., 2005, p. 656), en su último capítulo: “XXVI: Fidel Castro o la nueva etapa histórica del Caribe.” Se refería al desenlace final de la invasión de Bahía de Cochinos:
“En ese día caían en manos de las fuerzas cubanas los últimos grupos de expedicionarios. La batalla de Cuba había terminado, y con su final comenzaba en el Caribe una nueva época histórica. La vieja frontera imperial, que había quedado rota para los imperios europeos en el siglo XIX y había sido reconstruida por los Estados Unidos en el siglo XX, quedaba deshecha definitivamente en Cuba el 19 de abril de 1961.”
“Con la nueva época se iniciaba una etapa de luchas más duras, más desenfrenadas. Pero la historia enseñaba que todo lo que había sucedido en un país del Caribe tendería a suceder más tarde o más temprano en los demás, y que cada acontecimiento importante estaba encadenado a uno anterior (…) aunque en unos predominaban los negros y los mestizos de blancos y negros y en otros los blancos y los mestizos de blancos y de indios, lo cierto y verdadero era -y seguirá siendo por largo tiempo- que el Caribe es una unidad histórica desde que llegó a sus aguas Cristóbal Colón hasta que Fidel Castro dijo, el día 19 de abril del 1961, en su cuarto comunicado de guerra:
“Fuerzas del ejército rebelde y de las milicias nacionales revolucionarias tomaron por asalto las últimas posiciones que las fuerzas invasoras habían ocupado en el territorio nacional. Playa Girón, que fue el último punto de los mercenarios, cayó a las 5:30 de la tarde”.

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