En homenaje a los poetas dominicanos: Salomé Ureña

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Este día el Periódico HOY Digital continúa su homenaje a los poetas dominicanos por celebrarse el próximo 21 de octubre el Día Nacional del Poeta, fecha escogida en honor al  natalicio de Salomé Ureña, quien nació en 1850 y comenzó a escribir sus versos a los 15 años de edad, publicando posteriormente sus primeras obras a la edad de 17 y haciéndose conocida por su espontaneidad y ternura.

En 1867 publicó sus primeras obras bajo el seudónimo Herminia, nombre que usó hasta 1874.

Dentro de sus poemas se pueden citar «En horas de angustia» , «A la Patria» y «Ruinas», así como muchas otras.

También «Mi Pedro», la que dedicó a su hijo Pedro Henríquez Ureña, así como «La llegada del invierno» .

Además, fundó en 1881 el primer centro educativo de educación superior para mujeres “El Instituto de Señoritas”.

Murió en 1897, a la edad de 46 años. Fue enterrada en la Iglesia Nuestra Señora de Las Mercedes, y trasladada en 1972 al Panteón de la Patria, se recuerda a través de su escrito:

 

El Cantar de mis Cantares

Cuando los vientos murmuradores

llevan los ecos de mi laúd

con los acentos de mis amores

resuena un nombre, que de rumores

pasa llenando la esfera azul.

Que en ese nombre que tanto adoro

y al labio acude con dulce afán,

de aves y brisas amante coro,

rumor de espumas, eco sonoro

de ondas y palmas y bosques hay.

Y para el alma que en ese ambiente

vive y respira sin inquietud,

y las delicias del cielo siente,

guarda ese nombre puro y ferviente

todo un poema de amor y luz.

Quisqueya ¡oh, Patria! ¿Quién, si en tu suelo

le dio la suerte nacer feliz,

quién, si te adora con fiel desvelo,

cuando te nombra no oye en su anhelo

músicas gratas reproducir?

Bella y hermosa cual la esperanza,

lozana y joven, así eres tú;

a copiar nunca la mente alcanza

tus perfecciones, tu semejanza,

de sus delirios en la inquietud.

Tus bellos campos que el sol inunda,

tus altas cumbres de enhiesta sien,

de tus torrentes la voz profunda,

la palpitante savia fecunda

con que la vida bulle en tu ser,

todo seduce, todo arrebata,

todo, en conjunto fascinador,

en armoniosa corriente grata,

hace en tu suelo la dicha innata

y abre horizontes a la ilusión.

Y ¡ay, si oprimirte con mano ruda

quiere en su saña la iniquidad!

Tu espada pronto brilla desnuda,

te alzas potente, y en la lid cruda

segando lauros triunfante vas.

Naturaleza te dio al crearte

belleza, genio, fuerza y valor;

y es mi delirio con fe cantarte

y entre lo grande siempre buscarte

con el empeño del corazón.

Por eso el alma te buscó un día

con ansia ardiente, con vivo afán,

entre las luchas y la porfía

y entre los triunfos de gallardía

con que el progreso gigante va.

Mas ¡ay! en vano pregunté ansiosa

si entre el tumulto cruzabas tú:

llevó la brisa mi voz quejosa;

silencio mudo, sombra enojosa

miré en tu puesto solo y sin luz.

Tú, la preciada, la libre Antilla,

la más hermosa perla del mar,

la que de gloria radiante brilla

¿huyes la senda que ufana trilla

con planta firme la humanidad?

A tu corona rica y luciente

falta la joya de más valor;

búscala presto, que ya presiente

para ti el alma, con gozo ardiente,

grandes victorias de bendición.

¡Patria bendita! ¡Numen sagrado!

¡Raudal perenne de amor y luz!

Tu dulce nombre siempre adorado,

que el pecho lleva con fe grabado,

vibra en los sones de mi laúd.

Y pues que mueve nombre tan puro

de mis cantares la inspiración,

y ansiando vivo tu bien seguro,

la sien levanta, mira al futuro,

y oye mis cantos, oye mi voz!

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