La universidad: el cuerpo ausente

La universidad: el cuerpo ausente

CÉSAR PÉREZ

Actualmente, es notorio en todo el mundo el limitado papel de la universidad en el debate político, intelectual y cultural, lo cual contrasta con la responsabilidad social jugada por esta institución en tiempos pasados. El fenómeno es mundial, pero es más notorio en esta región donde la universidad con sus estudiantes a la cabeza, jugaron un papel fundamental en la organización de las luchas contra los gobiernos de fuerza de las décadas de los 60/70. Aquí, algunas universidades jugaron un papel estelar en debates nacionales claves hasta finales de la década de los 90, pero hoy su participación en esos debates es prácticamente nula. Esto es, en gran medida, otra expresión del control que sobre las instituciones sociales tiene la clase política y una variante de la corrupción.
Los valientes pronunciamientos de condena a la corrupción e impunidad y de apoyo al Movimiento Verde, que hicieran algunos sectores eclesiales la pasada pascua de Semana Santa, con discursos bien fundamentados, ponen en evidencia que sobre esos temas esos sectores han asumido el rol que ha debido asumir una universidad que se mantiene silente y ausente de los debates cruciales de la sociedad dominicana sobre cuestiones que ocupan la atención de la generalidad de la población: entre otros, los sobornos de Odebrecht, las sobrevaluaciones de Punta Catalina y el de las estructuras mafiosa/clientelares que sirven de sostén a la clase política del país. La universidad, contrario a otros tiempos, está al margen de un movimiento que estaría marcando un nuevo tiempo en nuestra sociedad.
En algunas universidades, principalmente en la Autónoma de Santo Domingo, UASD, existen académicos, grupos profesorales y directores de determinadas escuelas que mantienen vivo el espíritu contestarlo y de responsabilidad social de la universidad de otros tiempos. En otras de carácter privado, también se encuentran voces que no han claudicado, pero menos que en la estatal porque en esta última hay mayor margen de criticidad, debido al mayor nivel de libertad y por la profundidad del calado de su pasado de compromiso. Pero, las universidades en tanto tales no asumen la responsabilidad social que les corresponde en un momento en que, en los ámbitos político, social y económico, los temas de transparencia, de la ética y de la corrupción son fundamentales.
Lejos de asumir esos temas, la universidad ha quedado atrapada en la telaraña del poder del actual grupo dominante que controla y corrompe todo y a todos al momento de la asignación de los recursos públicos. Ese grupo negocia y a veces impone a sus afines en los puestos principales de determinadas universidades, entre los que hay no pocos graduados magna mediocridad. Estos “afines” se agencian recursos públicos, sobre todo para la construcción de edificaciones en sus universidades, lo cual las obliga a su silente ausencia. En algunas de esas construcciones entra la larga mano de la corrupción a través de las sobreevaluaciones, como es el caso de los parqueos en la UASD, algo que debía ser objeto de condena sistemática de parte del profesorado y de los grupos estudiantiles.
Ojalá que, empujados por Marea Verde, profesores y estudiantes hagan que la universidad recupere su compromiso político/social de otros tiempos.

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