Política volátil

Política volátil

Las elecciones en distintos países del capitalismo desarrollado muestran claramente que ante la crisis económica de la última década, los flujos migratorios y los actos terroristas del fundamentalismo islámico, los partidos y los discursos políticos tradicionales de derecha e izquierda pierden terreno. Ganan espacio las figuras nuevas y los discursos más estridentes, ante lo que segmentos importantes de la ciudadanía percibe como un mundo lleno de adversidades.
En Estados Unidos, donde las leyes electorales dificultan el surgimiento de un tercer partido competitivo, apareció Donald Trump. Utilizó el Partido Republicano como plataforma para presentar un discurso conservador revestido de nacionalismo. Así desplazó a unos 12 precandidatos republicanos ante la incredulidad de muchos, y luego a su rival demócrata. Su nivel de aprobación no es alto, pero el apoyo de su base se mantiene intacto.
Ahora los republicanos enfrentan el desafío de armonizar su plataforma histórica pro-globalizante con el nacionalismo que impulsó Trump; y el conservadurismo fiscal con los planes de mayor inversión pública y la construcción del muro que prometió Trump. He ahí un desafío.
En Europa la situación es altamente volátil. A diferencia de Estados Unidos que es un país territorialmente grande, Europa tiene muchos países relativamente pequeños, con importantes diferencias nacionales, regionales y étnicas, y rodeado de regiones de fuerte expulsión migratoria como África y el Medio Oriente.
La noción de un Estado de Bienestar con fuertes programas sociales está a prueba por el bajo crecimiento económico, los déficits fiscales, y la presión para incorporar nuevos inmigrantes. La Unión Europea, sostén de la estabilidad regional en las últimas décadas, se ha tornado antipática para muchos europeos. La perciben como entrometida en los asuntos nacionales, y floja en la seguridad.
El Brexit es ahora referente de la postura anti-Unión Europea.
Los británicos nunca se unieron totalmente al mantener su moneda, pero Londres ha sido gran beneficiario de la prosperidad europea de la post-guerra. Por eso perdió ahí el Brexit.
El fantasma del Brexit circula ahora por toda Europa, y cada elección europea este año será un referendo sobre la Unión, porque las crisis económicas generan reacciones políticas viscerales; agravado eso por los otros dos factores que actualmente moldean la política en los países del capitalismo desarrollado: los inmigrantes y el terrorismo islámico.
A diferencia de Estados Unidos que mantiene un sistema político articulado en torno a dos partidos, en Europa se ha producido una fragmentación partidaria. Por ejemplo, en las elecciones españolas del año pasado no se lograba formar gobierno porque el sistema bipartidista del post-franquismo que encarnaron el Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se quebró con el surgimiento de Podemos y Ciudadanos. Después de un segundo intento electoral, también fallido para formar gobierno, el PSOE apoyó al PP con Mariano Rajoy, que había mantenido la delantera electoral aunque debilitado.
En Francia, en las elecciones del domingo pasado, se produjo una votación muy fragmentada. El candidato más votado, Emmanuel Macron del movimiento En Marcha, recibió solo el 23.8% de los votos, seguido por la controversial derechista-nacionalista Marine Le Pen con 21.5%. El ballotage del sistema electoral francés llevará estos dos candidatos a una segunda ronda el 7 de mayo para escoger el presidente. Detrás quedaron los dos partidos que habían dominado el sistema político francés, incluido el gobernante Partido Socialista que solo obtuvo 6.3% de los votos.
En los cuatro países referidos (Estados Unidos, Gran Bretaña, España y Francia) es claro que hay un debilitamiento de los partidos tradicionales y sus discursos, en tanto no han logrado asegurar la prometida prosperidad económica ni la deseada estabilidad social.

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