Le malaise

Le malaise

Creía que ese malestar era solo mío, que apenas a mí afectaba, algo personal, aunque en el círculo íntimo de amistades percibí que también se sentía.
Requirió la publicación de un par de recientes encuestas para darme cuenta que somos muchos, la gran mayoría de los dominicanos adultos, quienes estamos afectados por esa desazón, ese triste desasosiego, esa fuerte pesadumbre. Se trata de una percepción generalizada en cuanto a la incapacidad de nuestro gobierno, el Poder Ejecutivo, pero también el sistema judicial y legislativo, de contar con los medios políticos, y a veces siquiera el deseo, para enfrentar la corrupción en el sector público.
Antes, los dominicanos, al ser cuestionados, expresábamos que los principales problemas del país eran el desempleo y la inflación, es decir que el dinero no alcanzaba. Pero ahora la corrupción es percibida como el segundo mayor problema, después de la delincuencia y las drogas. Y cuando se pregunta si los acusados de corrupción por lo de Odebrecht serán condenados, la franca y urticante respuesta es negativa, probablemente porque consideramos que nuestro procurador general no cuenta con suficiente independencia, como tampoco los jueces.
A pesar de toda la publicidad que costea la CDEEE y la Stanley Consultants, más de dos terceras partes de nosotros piensa que hubo irregularidades en el contrato de Punta Catalina y en ambas encuestas la alta popularidad del presidente Medina ha declinado, afectada su imagen por el ambiente de falta de transparencia.
En contraste, la gran popularidad de la Marcha Verde, aun entre los que se definen como miembros o simpatizantes del partido de gobierno, es un reflejo de ese síntoma de malestar. El rechazo a los partidos políticos, al definirse más de la mitad como independientes, es decir ni miembros ni simpatizantes de un partido, es otro síntoma, este reciente, pues en el pasado esos independientes no pasaban del 10%. Se ha perdido la fe en los partidos políticos. Pasados son los días del “basta ya”, del “buey que más jala”, “del jacho prendido”, de “vergüenza contra dinero”, y “servir al partido para servir al pueblo”.
En fin, que la población ha perdido las esperanzas de que, ni un PLD, cada día más parecido al PRI mexicano en sus “buenos tiempos”, ni una oposición débil y fracturada, puedan enfrentar la corrupción. Antes se reaccionaba con rabia, ahora con sarcasmo, como lo hacen congresistas que no quieren que le afecten su capacidad de comprar carros exonerados de súper lujo. Pero también se ha perdido la vergüenza pues se pueden ostentar los frutos de la corrupción, mansiones, vehículos y relojes, sin sonrojo, pues ya nos hemos acostumbrado, ya somos insensibles.
Ahora nos reímos de los muñequitos donde se comenta esa práctica en vez de enfurecernos.
Y es que el gobierno no puede luchar contra la corrupción porque esta ha calado demasiado dentro del partido y enfrentarla rompería el equilibrio dentro del mismo y, además, debilitaría al presidente. Las denuncias solo vienen desde el extranjero. Los dominicanos que aparezcan en “los papeles del paraíso”, ¿serán solo del sector privado o también políticos? Y qué importará, si ya en los “papeles de Panamá” se desplegó la fortuna del gran constructor del Metro y el gobierno no hizo nada, porque, otra vez, rompería el equilibrio dentro del PLD.
En circunstancias parecidas a estas suele surgir una tercera fuerza política. En nuestro caso, ¿de dónde? Este malestar ya está influyendo en las decisiones de nuestros empresarios de tomar prestado poco, lo que se refleja en el exceso de liquidez del sistema bancario y en un crecimiento económico más lento, en momentos en que el sector externo no está afectando ese crecimiento. El sector privado ya no invierte con el entusiasmo de antes. Además, teme a la competencia de los políticos devenidos en empresarios, para quienes las reglas del juego son diferentes.
¿La malaise se complicará por verse acompañada por menos crecimiento económico?
Me miro en el espejo y me digo: “No eres el único, no estás solo”, pero eso no consuela. Sigo con ese sabor amargo en la boca.

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