Las huelgas contra los de abajo

Las huelgas contra los de abajo

Mediante el uso sistemático de la represión abierta y/o encubierta, aquí se ha establecido la negación efectiva a la libertad sindical, un abuso y una privación de un derecho humano fundamental contra quienes en última instancia son los productores de la riqueza de todos los países: los trabajadores, no importa el sector al productivo o país de origen de éstos. De hecho, el trabajador dominicano que produce riqueza directamente no tiene derecho a la huelga, pero no así algunos gremios de los servicios públicos de la salud, la educación y en menor medida del transporte, que lo disfrutan, pero de maneras generalmente incontrolables que afectan reiterada y directamente a los de abajo, a los pobres.
La Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD, con cerca de 220 mil estudiantes, casi de todos de los sectores económicamente bajo y medio bajo, no pudo comenzar su presente año escolar por una huelga decretada por el gremio de profesores exigiendo alzas salariales. La recurrencia de esos paros laborales afectan directamente al segmento estudiantil universitario más vulnerables que son básicamente los de esa universidad, no así a aquellos profesores, la generalidad, que siguen cobrando sus salarios, además del que devengan en los centros universitarios privados en los cuales laboran y donde está prohibida la huelga, y a pesar de que allí sus condiciones salariales son muy inferiores a las que disfrutan en la UASD.
Terminando el referido paro, el gremio Asociación de Profesores Dominicanos, ADP, inició un paro laboral para oponerse a que los directores de escuelas, distritales y regionales sean escogidos de una terna de candidatos con claros criterios de selección, los cuales serían seleccionados en base a concurso. Independientemente de las razones de la ADP, el paro solo afecta a los estudiantes más pobres del país que son los del sector público de la enseñanza. Los grupos medios y ricos ni se enteran de esos paros y la brecha que los separa de los pobres se ensancha, consolidándose dos tipos de educación: la privada de la clase dominante, y la pública de la clase y grupos subalternos.
Paradójicamente, no obstante, las deficiencias formativas del sector público agudizadas por las recurrentes huelgas en ese sector se reflejan en el privado, porque los maestros de este son básicamente formados en el público. No sucede igual con el sector salud, porque muchos médicos son formados en las universidades privadas y aunque son renuentes a trabajar en el sector público, muchos de ellos huelguistas en los centros públicos en horas de la mañana, en las tardes asisten religiosamente a los centros privados a dar servicios a los sectores medios y altos. Esa circunstancia determina que la calidad y cantidad de horas de sus servicios sean mayores en el sector privado, agravando la brecha entre ricos y pobres.
Estamos pues, ante un caso contrario a la finalidad del derecho a huelga, porque las mejoras salariales que obtienen los profesores y los médicos mediante sus paros laborales agudizan esencialmente las desigualdades sociales y la pobreza. Mejorar las condiciones salariales de profesores y médicos es su irrenunciable derecho, pero hacerlo haciendo más pobres a los pobres es éticamente inaceptable. Deben buscar otros medios.

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