Encubrir es encubrir

Encubrir es encubrir

Una velada extorsión, cuasi cariñosa. Una sutil advertencia, cuasi amenaza, un llamado de atención casi amonestación. Si el silencio es sano, necesario, obligarlo intimida, arredra, pero a veces envalentona y empodera. Anima. Después de develadas las infracciones cometidas por representantes de una poderosa organización internacional. Después de reconocer que durante 8 años la jerarquía de la ONG, encubrió y protegió a los responsables de los crímenes cometidos por sus ejecutivos en Haití, mientras asistían a las víctimas del terremoto, un clamor solapado recorre el mundo: no comenten. Airear el caso, puede perjudicar proyectos y dañar imagen. Además, no son todos…
Actitud cada vez más frecuente y descarnada de una progresía altanera e inexpugnable, dueña del santo y la limosna. Acostumbrada a juzgar y a no ser juzgada. Esa que pauta y espera. Demanda y persiste. Rige y obliga. Cultora del magister dixit, del “solo yo tengo la razón”. Esa rediviva consigna trujillista de “quien no está conmigo está contra mí.”
Las infracciones cometidas, con la protección de la inmunidad y el silencio, por representantes de agencias internacionales, de organismos creados para socorrer a los depauperados del planeta y mostrarles un mundo mejor, desnuda y revela. Agencias con larga data redimiendo y cotizando, dando y cobrando. Clamando en contra de la impunidad y apostando a la conversión ética de beneficiarios y cómplices. Ganando adeptos que son secuaces obsecuentes. Con un baremo desigual reclaman piedad para silenciar la perversidad trasnacional que reditúa y facilita cambios de estatus inimaginables.
El ocultamiento de las infracciones cometidas en países empobrecidos y entusiasmados con la caridad blanca y opulenta, esa que arrodilla por doquier, expone, una vez más, la falacia de la prédica pía, de la súplica ética.
La ONG de marras, recibió las denuncias de explotación sexual, descarga de material pornográfico, acoso e intimidación. Menores de edad abusadas sexualmente por “el personal humanitario” y la respuesta fue “falta de pruebas. «También ocurre con el desvío de fondos. Callar los propios crímenes y azuzar a otros para que denuncien los ajenos es mezquino e irresponsable. Predicar con aquel techo de cristal. Creerse elegidos y hacer creer que lo son. Tanta bonhomía inventada. Lloran, motivan, mortifican, culpan. Proclaman, reclaman. La impunidad de opulentos cooperantes, que medran en cualquier lugar con hambre, garantizada por cuantiosos fondos.
Ninguno como ellos. Piadosos, sensibles. Recitan cifras, saben dónde se produce trigo, cacao, café orgánico. Quién se enferma y por qué, dónde hay agua potable y dónde falta, dónde racismo, dolor y desesperanza. Quién dispara, quién tortura. El burka, la ablación, el trabajo y la prostitución infantil, la libertad de prensa, la corrupción, los desvela. Redactan, empastan. De seminario en seminario, de taller en taller, conferencia tras conferencia, cotejan evaluaciones del horror. Una hambruna por aquí, terremoto por allá, cólera y dengue más para acá. Compensan con hidroponía, alimentación macrobiótica, masajes y meditación.
Las zonas libres de las terminales aeroportuarias se convierten en sus vecindarios. Aprenden a distraer el tedio de la espera escogiendo joyas y licores. Conocen la desventura y la solidaridad. Al día con lecturas y tecnología, descansan volando. Recuperan fuerzas, luego de jornadas extensas, en áticos y bodegas. Encienden chispas sin riesgos, sin posibilidad de sanción o rendición de cuentas. Escuchan, traicionan. Cuando el fuego amenaza, callan o escapan, aunque desde lejos, insistan. Ordenan qué hacer, dónde invertir, a quién juzgar y condenar. Su estilo es despótico. Financian y los súbditos acatan y repiten el credo.
No reparan en especificidades: Somalia es igual a Guatemala, Belice a Kosovo, Haití a Bluefileds. Utilizan un vocabulario uniforme para designar situaciones distintas. La etiqueta de apartheid, genocidio, hambruna, plaga, endémico, desastre, se estampa de manera arbitraria.
A pesar de las virtudes y el chantaje: encubrir es encubrir. La sumisión de tantos asalariados no basta para exculpar. No se trata de una “campaña en contra” se trata de la denuncia de encubrimiento y complicidad con el crimen. La ley es igual para todos. Con financiamientos y campañas globales o sin ellas.

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