Abril en la memoria y en el presente

Abril en la memoria y en el presente

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

La Guerra de Abril no fue un acontecimiento surgido del azar. La Guerra de Abril de 1965 fue la reafirmación del deseo de los dominicanos de tener un país donde, tanto gobernantes como gobernados, viviésemos bajo la regla de oro del respeto a todos.
El volcán que hizo erupción el 24 de Abril fue el fruto de una gran convocatoria que venía dada por los ejemplos de valor, de patriotismo, de sacrificio, de tantos dominicanos que fueron víctimas de los usos y los crímenes de la tiranía de Trujillo, venía dada por las emociones contenidas, por las aspiraciones truncas, por el deseo de vivir sin temor en un país donde imperara la dictadura de la ley, para lo cual es preciso que haya tribunales gestionados por personas, mujeres y hombres probos, incorruptibles.
Uno de los valores a resaltar es la bravura, el valor, el arrojo de los dominicanos quienes despertamos a partir de 1961 y nos decidimos a trabajar en cualquier campo de la actividad humana con fines de conquistar la libertad e imponer la democracia de verdad, sin dictaduras, sin tiranías, sin dictablandas, sin partidos con vocación de dominio por encima de la Constitución y las leyes.
Lo más importante de nuestras actuaciones públicas es el resultado, lo cual no significa, necesariamente, que hayamos obtenido el triunfo, porque ¿qué es triunfar?
El triunfo es tan elusivo como mantener unido un puñado de agua, es un chispazo que ocurre en ocasiones de modo inesperado, en otras oportunidades es fruto de la constancia, del estudio, de la decisión de lograr éxito en tareas que conducen al bien común.
Triunfar, en ocasiones, es sobreponernos a la desidia, a la depresión, al miedo, a las calamidades, a los obstáculos. De ahí que el triunfo no siempre significa ganancia de causa.
Como todos los combatientes de Abril de 1965 pienso, me preocupo, me inquieto, cuando entiendo, creo, pienso, veo, que jóvenes de hoy están tan alejados del quehacer en favor de los demás, que caminamos llevados por un narigón hacia la disolución de la Patria.
Cuando pasamos revista, cuando terminamos el balance y vemos la realidad de hoy, nos preguntamos ¿valió la pena? ¿Valió la pena el sacrificio, las vidas jóvenes tronchadas por la metralla de las tropas dominicanas de ocupación o de las tropas norteamericanas de intervención?

Si, definitivamente, ello, a pesar de las distorsiones, traiciones y perversidades de nuevos obstáculos, de nuevos actores aspirantes a permanecer en el poder a como dé lugar, para beneficio de un grupo cuya voracidad económica demuestra las carencias de una infancia en muchas familias cuyos valores tenían que ver más con lo económico que con lo moral.

Ahora es el momento en que necesitamos una revolución moral, para honrar Abril de 1965.

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