¿Está alienado el hombre contemporáneo?

¿Está alienado el hombre contemporáneo?

Rafael Acevedo

Uno de los conceptos marxista sociológicamente más poderosos es el de “alienación”, directamente emparentado con otros, tales como enajenamiento, falsificación, engaño, locura y extrañamiento. Un esclavo que se identifica con las ideas y los intereses de su amo, o un obrero que se maneja por la ideología capitalista. Suele ser por imposición, pero también puede tratarse de la aceptación voluntaria e irreflexiva de ideas propaladas por una determinada cultura o régimen político.
Pero aun es frecuente que profesionistas y académicos se den por cómodamente satisfechos con formas de pensar y discurrir acerca de estos temas fundamentales, sin profundizar sobre el origen y sustentación racional y científica de sus ideas.
Aunque está de moda, el ateísmo (también su gemelo el agnosticismo), ya florecía en oriente 6 siglos, a.C., y en Israel, 3000 años (a. C.) los Salmos consignaban la existencia de hombres que decían: “No hay Dios”. (Salmos 14 y 53).
Muchas de estas creencias y posiciones filosóficas parten del supuesto de que Dios no existe. Lo cual, siendo Dios real, es la peor de las alienaciones, locura absoluta.
Aun teístas y creyentes suelen caer en alienación confundiendo religiosidad con relación (con Dios). Dios siempre ha procurado una relación personal e intima con cada humano. En Éxodo 20:19, el pueblo pide a Moisés: Habla tú con Dios, no sea que escuchando su voz perezcamos”. El pueblo mismo, por temor de sus propios pecados, se extrañaba, se enajenaba de la relación directa con Dios.
Otras veces, el pueblo se alejó de Dios desechando la mediación del profeta, solicitándole a Dios un rey (¿manipulable y sobornable?), como otros pueblos alrededor (1Samuel:8).
Neruda, en el poema Farewell, rechaza la situación que se produciría cuando naciera la criatura que ella llevaba en su vientre: “(…) Para que nada nos amarre, que no nos una nada”. La nueva criatura se haría mediador del amor que destruiría el amor directo. Rechaza, pues, el amor familiar que emergería en la nueva situación, viendo la familia como una forma de religiosidad. El Plan de Dios es liberar el espíritu individual de la carnalidad y traerlo al Seno de Dios Padre.
Según Marx el dinero lo falsifica todo: Al tonto lo hace inteligente y al feo hermoso. La propiedad privada se interpone entre el hombre y su trabajo, apropiándose del “over”, como en la novela de Marrero Aristy.
La globalización, en su turno, ha hecho que el individuo entregue su vida y su voluntad a lograr status, bienes, objetos. A los cuales los “idoliza”, haciéndolos su razón de vivir.
El ídolo se erige como sentido y propósito de la vida de los individuos. Siendo a la vez un espejismo de su propio ego, una entidad falsa y manipulable. Si el ídolo es una mujer, la farsa dice: “No necesito ir al cielo porque tú eres mi Dios”.
El hombre moderno padece megalomanía y sibaritismo, lo que le impide cabalgar sobriamente sobre su ego y conocer y aceptar a Dios. Solo Dios tiene sentido. Todo lo demás lo es alienación; locura, dice San Pablo.

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