No es primarias ni democracia, es marrulla

No es primarias ni democracia, es marrulla

Un sesudo debate sobre los tipos de primarias concluiría fácilmente con el argumento de cualquier tipo de primarias (abierta o cerrada) tiene ventajas y desventajas desde el punto de vista de la participación ciudadana y la logística. No hay nada perfecto en este mundo, y mucho menos en política. Las razones principales para defender un tipo u otro serían legítimas en lo político y en lo conceptual.
A favor de las primarias cerradas predomina el argumento de que beneficia la cohesión de los partidos (argumento legítimo). A favor de las primarias abiertas predomina el argumento de que beneficia la amplia participación de la ciudadanía en el proceso de selección de candidaturas (también un argumento legítimo). Ambos planteamientos tienen méritos conceptuales desde la teoría democrática. Y en la práctica, en unos países se usa el sistema de primarias cerradas y en otros abiertas. Incluso hay países como Estados Unidos donde el sistema de primarias varía de estado a estado, incluyendo una tipología diversa.
En la República Dominicana, si se pone atención a la discusión sobre el tipo de primarias a escogerse, se notará inmediatamente que la razón principal dada a favor o en contra de cada tipo es la marrulla.
Quienes defienden las primarias abiertas plantean que en las cerradas predominan los acuerdos de aposento, que los dirigentes partidarios deciden los candidatos por encima de las bases, y que los padrones están amañados. O sea, la marrulla de los dirigentes partidarios impide que el proceso de selección por parte de los miembros de los partidos se produzca democráticamente. Los dirigentes se imponen con sus triquiñuelas.
Quienes defienden las primarias cerradas plantean que en las primarias abiertas predominaría la compra de votos para incidir en la selección de candidatos, tanto dentro de un partido como en otros. O sea, la marrulla de los políticos se haría sentir para incidir en los resultados de la selección de candidatos dentro y fuera de sus partidos. Por ejemplo, el Gobierno utilizaría los recursos públicos para apoyar los candidatos preferidos en su partido y en los de oposición.
Así planteadas las cosas, no se puede hacer un ejercicio analítico razonable sobre qué tipo de primarias escoger para la República Dominicana, ni tampoco decidir si se establece de manera obligatoria igual para todos los partidos, o se deja la decisión del tipo de primarias a utilizar a cada partido.
Cuando la marrulla es un elemento determinante en la política, no hay forma de construir ni solidificar la democracia, no importa qué leyes o dispositivos electorales se adopten. Si se hacen primarias cerradas, los principales dirigentes políticos incidirán de manera determinantes mediante sus manipulaciones internas; y si se hacen primarias abiertas será igual. La diferencia será el universo de votantes a marrullar.
Como la política dominicana se ha caracterizado por la marrulla, lo que está entonces en juego actualmente es el tipo de marrulla a establecerse para escoger candidatos. Si las primarias son cerradas prevalecerá la marrulla dentro de cada partido; si las primarias son abiertas prevalecerá la marrulla dentro y fuera de cada partido.
El pleito entre los principales dirigentes políticos sobre las primarias es en torno a qué tipo de marrulla les beneficia más, y a estas alturas ya está claro. La posición de todos es conocida.
Si ningún bando logra imponer su tipo de primarias preferido en la Cámara de Diputados, la Ley de Partidos volverá a dormir en el valle de los caídos.

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