La identidad relevante: Lo que olvidó Arquímedes

La identidad relevante: Lo que olvidó Arquímedes

Rafael Acevedo

Dijo el sabio: Dadme un punto de apoyo y moveré la tierra. Acababa de descubrir que si encontraba dónde apoyarse, podía desarrollar una palanca que multiplicaría su fuerza grandemente. El concepto estaba bien, teóricamente, pero sus contemporáneos, como los nuestros, estaban “en otra cosa”. No solamente Arquímedes, el mundo intelectivo está lleno de ideas que si nos ponemos de acuerdo podemos transformar la sociedad y nuestro mundo. Muchos autores, por ejemplo, han insistido en el tema de la identidad. Hay demasiados conceptos no explicitados y confusos sobre el tema. Falta rigor en la diferenciación entre identidad, identificación, identificarse y otros términos. Y el fenómeno aludido se esconde en una lamentable maraña de intentos analíticos, promocionales y propagandísticos. El manoseo del concepto va desde hacerle el coro a una serie de falsas tradiciones, envueltas en cherchas y francachelas de marcas pseudo nacionales, hasta comparsas no menos tristes que aquella del tango: “La comparsa de miseria sin fin desfila, en torno de aquel enfermo (nuestro país) que pronto ha de morir… “; (Matos Rodríguez).
No hay espacio aquí para discutir el tema, pero conozco a personas que morirían peleando si insultan al “Glorioso Licey”, mas no si alguien profana valores nacionales. (Nunca me olvido de una estadounidense a quien le pregunté qué cosa interesante había en Baltimore, y ella, enfáticamente, me respondió: ¡Oh, Los Orioles! refiriéndose al equipo de béisbol).
Entiendo conveniente proponer a mis contemporáneos el concepto de “identidad relevante”. Dicha noción tiene un carácter normativo y operativo, pues se trata de una identidad con dirección, propósito, esto es, orientada o vinculada a un proyecto de vida, personal y colectivo. Sin identidad ni proyecto no se pueden establecer valores, metas ni normas ni reglas.
En otro lugar he insistido en la poca relevancia que tiene frente a nuestras dificultades presentes el que nuestros nacionales se identifiquen con sus orígenes españoles, africanos o de otras procedencias. Mucho menos, esforzarse por revivir supuestas tradiciones que muy pocos conocieron, que no nos dicen ni nos ayudan mucho, y que se usan para provecho de gentes que carecen en absoluto de un interés auténtico por los problemas y el destino de nuestro país. Si para algo sirve al individuo y a la comunidad el poseer una identidad es fundamentalmente para llevar a cabo propósitos de bien común.
No estoy refiriéndome a nada arbitrario, sino a que la gente tiene el deber y posibilidad de determinar cuáles cosas de su pasado y presente sirven para darle significado y potencialización a sus vidas presentes. Por ejemplo, a tomar los conceptos mismos de Duarte y los trinitarios para redefinir intereses y valores nacionales. Observen que nuestros fundadores no hablaron de los españoles ni de los africanos, sino que sus pronunciamientos fueron de un contenido “futurizable”; en base a una noción nueva, un proyecto nuevo que, ciertamente, puede acoger un buen número de propuestas relevantes, valiosas y prácticas, con sentido de patria, historia y unidad nacional. Unidad nacional y Proyecto Nacional son la palanca que necesitamos. Arquímedes estaría de acuerdo.

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