Puro teatro

Puro teatro

El disparo libera, confirma, estremece. El disparo es deseado en la sala, después de la intensidad del diálogo. Intercambio de dolores y pesares que solo el humor alivia. Desde el principio el engarce, un ensamble entre proscenio y audiencia. Sin respiro, sin un segundo para la paz.Un deseo de intervenir para evitar, consolar. Exhibición de heridas, rencores, escaras redivivas que atormentan. El decorado sitúa. La repisa, el programa que reproduce el televisor. La cenefa, la estufa, la caja, los sillones. La ropa, la lista de pendientes, minucias de la cotidianidad. El cuidado antes de la despedida. María Castillo y Judith Rodríguez, retan al público con la excelencia. Conmueven.
Marsha Mason, autora de “Buenas Noches, Mamá”, Pulitzer 1983, tiene en estas actrices dos intérpretes magníficas. Marsha, podría ser imputada por el neo fundamentalismo alternativo, fase superior de lo políticamente correcto. Su texto recrea la indefensión encubierta, la conformidad femenina y la mentira. El engaño para sobrevivir, el matrimonio como obligación, los prejuicios que acarrea ser diferente. Dos mujeres enfrentadas, de tú a tú, a pesar del ADN o quizás por ello. El mito de la maternidad expuesto, sin alusión al polémico texto de Badinter “Existe el Amor Maternal-1980- y antes, mucho antes, de Lina Meruane “Contra los Hijos”- 2018-.
La libertad, o la indiferencia, de una madre sin desvaríos académicos ni presunción de saberes. Mujer con la expectativa del desayuno, la necesidad de provisión de galletas y toallas limpias. Con el refugio de las agujetas para tejer y destejer. Satisfecha con sus silencios, convencida del desamor circundante porque otra cosa no merece. Consciente del rechazo a su hija epiléptica. Reacciona a los reclamos de Jessie, en la antesala de la muerte, con un manifiesto de simplicidad convincente: “¿Por qué tenemos que saber tanto acerca de las cosas, Jessie? Yo no veo que las cosas tengan tanto significado escondido”.
La angustia se puede leer en el texto de Marsha, verla, oírla, sentirla, es trabajo de las actrices. La contundencia de Mamá – María- es también la de Jessie-Judith-. La muchacha no resiste sus padecimientos. Traicionada por el marido, decepcionada por el hijo, epiléptica desde la infancia, aunque atribuía sus convulsiones a una caída. Querida por su padre, suicida como ella. Sin oficio ni esperanza, cree pertinente comunicarle a su madre la decisión de morir. La madre ama la vida como nunca amó al marido ni fue amada. Intenta disuadir a la hija: “Me haces sentir como una tonta por estar viva, hija, y estás equivocada. Me gusta estar viva y voy a seguir viva hasta que me obliguen a irme, hasta que me arrastren gritando, chillando hasta la tumba; tú eres muy lista en quererte ir antes, porque nunca escucharías un alboroto como el mío en tu vida”.
De las veladas facilonas, algunas grotescas, otras con tonos inéditos por estos lares hasta la magnificencia actoral hay un camino. Con escollos y traspiés ha sido transitado, cada vez con menos sombras. Ese tránsito tiene nombre y escuela. Sin buscar en LLerena ni mencionar el trabajo trinitario, bastaría el siglo XX teatral, con tiranía incluida, para destacar aportes. Con Emilio Aparicio y el grupo de soñadores que apostaron y apuestan al teatro, con altas y bajas, ridículos y aciertos. Sin olvidar Nuevo Teatro, los inicios de Gayumba, Guloya. Aquella osadía de búsqueda en la URSS. Delta Soto y Villalona, entonces pioneros en la travesía y una atrevida joven cuya vida está unida al teatro dominicano, esa que ahora conturba con el personaje de la madre en la obra comentada. María es incansable, desafiante, exigente hasta la desmesura. En el 1991 fue Jessie, ahora es la madre de Judith, actriz que sorprendió en “PerfectusQuorum” y ha ratificado su calidad en las películas “Carpinteros” y “Cocote.”El Teatro Mandrágora produce la obra. La mandrágora, explica María, tiene efectos como los que pretende el arte de Calíope y Melpómene: cura o mata. Jessie sabía que, a veces, la muerte cura. Ovación.

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