La salud y la llamada deuda social acumulada

La salud y la llamada deuda social acumulada

Todos los aspirantes a la Presidencia de la República, tras la salida del presidente Balaguer del poder, han afianzado sus discursos en la necesidad de pagar “la deuda social acumulada”, con un legajo de promesas que, respecto a las expectativas de los pobres, sería la panacea que dejaría resuelta por siempre la exclusión y la desigualdad.
Uno de los que más enfatizaba el concepto era el doctor Peña Gómez, quien no llegó al poder, pese al gran arrastre que tenía en la población, por su cautivante discurso y el compromiso histórico con los valores de la democracia.
Pero pese al desarrollo alcanzado en el país, con indicadores macroeconómicos que nos arrojan un saldo de crecimiento sostenido como ningún otro país de la región, a esa deuda social no se le ha abonado ni un centavo.
La inversión que se ha hecho en el sistema de salud ha sido para la construcción de hospitales, pero los servicios que se otorgan en ellos distan mucho de los parámetros diseñados por la Organización Panamericana de la Salud (OPS), de promoción de la dignidad de las personas.
Según la OPS, el concepto hospital del presente y del futuro debe enfocar a la salud como todo un sistema integral, donde se promueva la dignidad humana, orientada a la calidad y a la satisfacción de las necesidades de cada individuo.
Un hospital debe ser ante todo promotor de la salud, donde la prevención, la rehabilitación y tratamiento de las enfermedades que afecten a la salud de los ciudadanos sean la estrategia para fomentar su capacidad de resiliencia.
¿Qué ha pasado con el sistema de salud en el país? Nada. Desde 1960 no se han registrado grandes cambios, pese a que tenemos cerca de 30 mil médicos y más de 170 centros en el sistema sanitario.
Con un vistazo al presupuesto de los hospitales, incluyendo nuevos centros, algunos incluso bien equipados, observamos que los ingresos solo le permiten pagar la nómina del personal que labora en ellos. Siendo así, los recursos invertidos no le permiten cubrir otras necesidades de los pacientes, invertir en investigación.
En algún momento se sugirió la autogestión de los hospitales, pero no se ha logrado, salvo los de la Plaza de la Salud. Existen hospitales autónomos, pero no auto gestionados, que son aquellos centros que generan ingresos por sus actividades y tienen la capacidad de escoger a su personal mediante el sistema de concurso.
Hasta ahora, ha primado el clientelismo, donde, como se afirma, un hospital demanda un pediatra y le nombran un ginecólogo, convirtiendo el sistema nacional de salud en un problema que genera una impotencia como para ponerse a llorar.
A esto se le añade el caos en la Seguridad Social, que como dicen muchos de los beneficiados ni es segura ni es social porque el entrar al sistema de salud han empeorado muchos de los servicios que antes eran entendidos como una obligación, incluyendo las emergencias, donde los rebotes de los centros asistenciales de personas que acuden con graves problemas pueden ser fatales. Ante una emergencia, unos segundos pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
El sistema de salud nuestro está muy grave, pese a que tiene una buena ley, la 42-01, y la 87-01 de la Seguridad Social, que si ambas se aplicaran los servicios fueran inmejorables, pero definitivamente no se cumplen, y como la salud es un derecho fundamental, el cumplimiento de las leyes es en sí mismo una deuda social acumulada también pendiente.

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