Yahvé y el arte de gobernar (2)

Yahvé y el arte de gobernar (2)

Rafael Acevedo

Antes de poner en marcha su Plan, Yahvé estableció una fuerte relación de confianza mutua con Abrahán, llamado por la posteridad “el padre de la fe”; haciéndolo pasar por duras pruebas de carácter y confiabilidad, tanto a él como a sus descendientes.
Para librar el pueblo de los egipcios, Yahvé escogió a un hebreo formado en la corte, Moisés, que por diversos motivos estaría en condiciones de confrontar y reconvenir al faraón. Moisés fue llevado al destierro en el desierto, donde fortalecería su carácter y se prepararía espiritualmente para sobrevivir el extremo rigor y la aridez del mismo.
Moisés fue el primero en ser despersonalizado y despojado de su identidad egipcia, en la que se formó. Haciéndose capaz de liderar la creación de una nueva identidad nacional basada en la pureza cultural hebrea, preservada bajo la condición de esclavitud que los hacía despreciables para una raza como la egipcia; orgullosamente diferenciada en cuanto a su cultura y sistema de creencias. La nueva identidad hebrea estaría marcada por una serie de testimonios de Yahvé en tanto cumplidor de promesas, fundamentada en los relatos que la tradición mantuvo vivos durante siglos, especialmente, porque este pueblo esclavo no tenía otra más valiosa “la Promesa” de Dios a Abrahán.
También Yahvé afianzó la memoria histórica mediante hazañas portentosas. Las que ordenó escribir con todo detalle, especialmente las traumáticas experiencias de las diez plagas y la dureza represiva del Faraón sobre los esclavos. Para que no lo olvidaran luego, los instruyó para que relataran a sus hijos y a las futuras generaciones, y las escribieran en las puertas, cruces de caminos, en brazaletes y cintillos llevados en sus frentes: para que ninguno olvidara la lealtad debida a su Libertador y a su Proyecto (Éxodo 10).
Digno de análisis de los estudiosos de los procesos educativos, de comunicación y manipulación psicológica, fue el “lavado de cerebro” a que Dios sometió al pueblo “encomendado”. Los que han sido militares o miembros de alguna “institución total” (Erving Goffman), como el ejército, las órdenes religiosas, las hermandades y las mafias, conocen de estas técnicas de despersonalización, forzando al novato o recluta a renegar de su vida pasada antes de entrar a la institución. “El novato es un perro”, “el civil y el recluta no son gente”; le raspan la cabeza, le ponen ropa ridícula, lo obligan a costumbres y hábitos totalmente distintos. Incluso se les somete hasta probar su lealtad al nuevo grupo, dotándolo de un nuevo carácter y personalidad. Se les dice Los egipcios son inferiores, pero ellos son pueblo escogido; se los llena de reconocimientos y galardones a medida que van ganando la confianza de los jefes y probando su lealtad y compromiso con el Plan y la Organización, Ejército, Iglesia o Patria. Se trataba de técnicas psicológicas de despersonalización y de construcción de la nueva identidad requerida de los servidores de Proyecto.
Pero Yahvé también sentó las bases de las ciencias modernas de la publicidad y la comunicación de masas, como veremos en una próxima entrega.

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