Un enemigo del petróleo: el exceso de agua en región seca

Un enemigo del petróleo:  el exceso de agua en región seca

FILE - This May 29, 2018, file photo, shows Kinder Morgan's Trans Mountain marine terminal in Burnaby, British Columbia. Canada's Federal Court of Appeal on Thursday, Aug. 30, quashed the approval of the contentious Trans Mountain pipeline expansion that would nearly triple the flow of oil from the Alberta oil sands to the Pacific Coast (Jonathan Hayward/The Canadian Press via AP, File)

En las secas y polvorientas llanuras de Texas, la región petrolera por antonomasia de Estados Unidos, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan los productores de petróleo es el exceso de agua, que dificulta la extracción del petróleo. Obviamente, la mayor parte de esa agua no estaba en la Cuenca Pérmica, sino que ha llegado junto a la industria del fracking.
Basta con preguntarle a Will Hickey, el máximo responsable de Colgate Energy. Sobre una plataforma de 8 metros de altura en el Condado Reeves de Texas, Hickey observa mientras que los empleados trabajan con una perforadora a casi 3.000 metros de profundidad en busca de petróleo.

Apenas a 800 metros de distancia hay otra torre de perforación en plena actividad. Pero ésta, que opera WaterBridge Resources, no busca petróleo. Perfora para extraer la enorme cantidad de agua que generan los pozos locales, producto del uso de la técnica de la fracturación hidráulica.
«Si no se soluciona la cuestión del agua no podemos producir en el pozo. Tan simple como eso», asegura Hickey en una entrevista. «Antes, cada operador manejaba el agua, pero a los grandes niveles en los que se produce ahora se ha creado una oportunidad para compañías especializadas en la extracción agua».

Con la fracturación hidráulica o fracking, las compañías que buscan crudo inyectan agua, arena y químicos a presión en los pozos con el objetivo de extraer y separar el shale oil (petróleo de esquisto) de las formaciones rocosas.
Cuando se extrae el petróleo también sale el agua a la superficie, combinada con agua salobre de los acuíferos subterráneos, una mezcla tóxica que devastaría las tierras agrícolas si se libera en grandes cantidades a la superficie.
Utilizando el barril como unidad métrica, se producen cuatro barriles de agua por cada uno de petróleo, desecharla es una pesadilla que podría sumar 6 dólares por barril a los costes de las compañías para 2025, según un reciente estudio de Wood Mackenzie.

La región extraerá este año suficiente agua como para cubrir la totalidad de Rhode Island con casi 30 centímetros de profundida. Los inversores ya son conscientes de las amenazas que plantea la escasez de oleoductos y mano de obra en la Cuenca Pérmica, efectos colaterales producto del rápido crecimiento de la producción de la región.
Pero los inversores «no son tan conscientes de algunos de los otros riesgos y desafíos que podrían tener la misma importancia o más», señala Gabriel Collins, un investigador en energía y medio ambiente de la Universidad Rice.

«Yo pondría el agua en el primer lugar de la lista», sentencia este experto. Es probable que el gasto para tratar esa agua y sacarla de la Cuenca Pérmica llegue casi a duplicarse y supere los 22.000 millones de dólares en apenas cinco años, según la firma consultora del sector IHS Markit.

Las razones son dos. La cantidad de torres de perforación crece y los lugares de ‘desecho’ para ese agua utilizados durante décadas empiezan a llenarse, asegura Laura Capper, una consultora de la industria. Eso significa que las compañías exploradoras tienen que trasladar el agua a mayor distancia para deshacerse de ella.

Es un problema «que se va a hacer cada vez mayor», sostiene Ryan Duman, analista de Wood Mackenzie. «Los operadores son víctimas de su propio éxito». Las compañías perforadoras por lo general ‘escupen’ el agua donde pueden almacenarla (incluso dentro de los propios pozos de petróleo). Con frecuencia, esta agua se ha trasladado a áreas como San Andrés.

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