No llores por…ti, Argentina

No llores por…ti, Argentina

Duele la tremenda crisis que, posiblemente, apenas esté comenzando a sufrir el pueblo argentino. Sociedad excepcionalmente culta y educada. Por trabajo visité Argentina hace 10 meses. Llegué a Buenos Aires sábado a las 11 p.m. y en tránsito hacia el hotel me sorprendió ver filas de varias cuadras en diferentes lugares y la sorpresa fue mayor con la explicación del taxista: era noche de museos que implicaba entrada gratis y aseguró, orgulloso, que se extendería hasta el amanecer. Cualquier día de semana puede verse las múltiples librerías con personas comprando libros. En un mundo donde el libro va perdiendo presencia.Virtudes extraordinarias de un pueblo educado. También sorprendía, lastimosamente, la gran cantidad de indigencia, a veces de familias enteras, en las principales avenidas de esa hermosa ciudad. Había en esos momentos un moderado optimismo en el país ante una inflación que del 40% descendía a alrededor del 25%.
Sin embargo, la nación se encontraba en la antesala del comienzo del desastre. En diciembre se profundizaron medidas de corte liberal, precursoras siempre, a contrapelo de los neoliberales a ultranza, de graves golpes socioeconómicos. Cuando en 2001 se anunció la designación de Domingo Caballo -famoso referente regional de las políticas neoliberales- como ministro de Economía, le pronostiqué a varios amigos que en un año el país estallaba. Me equivoqué, fueron suficientes varios meses. ¿Nos olvidamos de aquello de “que se vayan todos”? Cuando Macri ganó las elecciones comenté en una peña de otros amigos que si Macri hacía lo que había prometido veríamos una gran crisis. ¿Soy vidente? ¿Soy un economista superior? Sencillamente la vida me ha demostrado que si haces lo mismo, espera las mismas consecuencias. Sectores políticos y empresariales creen visceralmente en la práctica neoliberal, la que Juan Pablo II describió como “capitalismo salvaje” y de la que Francisco, el Papa precisamente argentino, es severamente crítico. Creen obsesivamente que el mercado, a su libre albedrio, lo resuelve todo. Sí, es extraordinariamente efectivo para concentrar la riqueza y expandir la pobreza. Sus partidarios radicales ante la crisis recurren siempre al mismo argumento: no se aplicó profundamente. Ahora mismo, arguyen que la responsabilidad fue la “gradualidad” a que apeló el gobierno para desmontar el esquema “populista” – palabra malsana en que se encasilla hoy casi cualquier medida de corte social – y controlar el déficit, y no haber sido “tajante”
En noviembre pasado cambié dólares en Buenos Aires nunca a más de 15 pesos. Hace unos días estuvo a 41, una devaluación de 173%. Aquí sabemos lo que eso significa. A pesar de que es de fácil comprensión no se acaba de reconocer que si bien es correcto ofrecerle el espacio adecuado al sector privado para que actué con eficiencia y competitividad, no es concediéndole al sector empresarial privilegios irrestrictos como pueden avanzar. Es una quimera de corto plazo. Aumentar el poder adquisitivo social es el mejor ambiente para el empresariado.
Próximamente explicaremos los orígenes de la crisis, mientras sepamos que vendrá más ambigüedad, más incertidumbre y más impacto

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