Antes del golpe

Antes del golpe

El Santo Cerro, en La Vega, esperaba a la devota multitud. En los templos levantados en cualquier lugar del territorio, las velas encendidas iluminaban las imágenes de la patrona del pueblo dominicano. Pero ese Día de las Mercedes tendría un significado especial después de algunas horas. 24 de septiembre del 1963 y el tinglado presto para el drama que se convertiría en tragedia estaba preparado, listo. Los detalles recorrían cuarteles, sacristías y los telegramas al Departamento de Estado confirmaban. En la madrugada del 25 culminó el plan fraguado desde el día que Juan Bosch Gaviño llegó al país, después de 24 años de exilio, quizás desde la fundación -1949- del Partido Revolucionario Dominicano – PRD.
La suma de adversarios y adversidad ha sido más que confirmada en los documentos desclasificados. Ese menjurje que lleva al precipicio. Nunca entendieron el libreto, repudiaron desde el inicio la propuesta, pero el disimulo es parte y garantiza éxito. Fouché redivivo y triunfante.
Desde antes del 20 de diciembre de 1962 el cáliz presto, porque los pujos democráticos post tiranicidio fueron falaces. El historiador Roberto Cassá atribuye al desconocimiento de la política moderna las actitudes que provocaron el desastre en el 1963. Siempre sus opiniones serán citadas en el aniversario: “La gente pensante, la intelectualidad, había estado al servicio de Trujillo, salieron de la vida pública. Algunos, ocasionalmente, hicieron acto de presencia, de manera marginal (…) “La UCN carecía de personas con experiencia política. Dice Bartlow Martín, que los dos asesores de Viriato Fiallo, eran sencillamente dos ineptos. Lo dice así, de esa manera brutal.”
El 27 de febrero de 1963 fue juramentado, como presidente de la República, un exiliado que durante su destierro logró fama. Maestro del cuento, ensayista, político, cultor de la democracia. Cuando inició la campaña electoral, el vegano trascendente, era un desconocido para la mayoría de sus paisanos. Entró al alma nacional con un discurso inédito. Estrenó palabras y actitudes. Demostró que sumar no significa claudicar cuando el objetivo trasciende apetencias personales. Logró el solio, sin descartar canallas y cómplices de la tiranía.
La derrota de la Unión Cívica Nacional fue desconcertante para muchos. La bandera del antitrujillismo, puro y doliente, no pudo izarse, empero, había esperanza con el nuevo gobierno. La minoría soberbia y excluyente, despreció la voluntad popular. Las masas no saben votar fue su argumento. Esa élite derrotada perdió la paciencia cuando fue proclamada la Constitución, el 29 de abril. Aceptar la libertad sindical, el derecho a huelga, la prohibición del latifundio, la capacidad civil de la mujer casada, la libertad de enseñanza, la eliminación de hijos ilegítimos, era impensable.
Continuó la conjura. Huelgas, injuria cotidiana gracias al periodismo mercenario, la agresividad de Acción Dominicana Independiente, creada después de la toma de posesión. Mezcla de cívicos y neotrujillistas, gestores y financistas de las manifestaciones de repudio al gobierno, de las caminatas de Reafirmación Cristiana. El autoritarismo sin “el jefe” pero con mandoble, se impuso. Actuaba prevalido de sus posibilidades de triunfo desconociendo el orden constitucional.En su artículo 8 la Constitución de 1963 dispone: “Toda autoridad usurpada es ineficaz y sus actos son nulos. Toda decisión acordada por la requisición de las fuerzas armadas es nula.”
El 59% de 1,054, 944 de votos válidos emitidos el 20 de diciembre de 1962 benefició al candidato del PRD. Nada importó. Consideraron que la mayoría obtenida en las urnas fue “ocasional”. Esa arrogancia vulneradora de derechos está consignada en el acta notarial número 1 del 26 de septiembre, que sirvió para desalojar del Palacio al primer presidente elegido de manera democrática, después de la tiranía. Los prestantes ciudadanos decidieron en su proclama “disolver las Cámaras Legislativas y declararlas sin calidad para realizar ninguna función de poder”. La afrenta estaba sustentada en el “consenso”, su consenso. Decisión de los suscribientes, grupo de elegidos multiplicado a través del tiempo. Intocables e impunes. Las consecuencias de aquella tropelía están escritas con sangre y desasosiego. Hoy, antes del golpe, el recuerdo puede ser advertencia.

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