Juan Hubieres y Fenatrano volvieron a atacar por sorpresa, y como siempre pasa con esos paros, con los que pretenden presionar al Gobierno para que baje los combustibles, fue todo un “éxito”, pues dejó varados a miles de usuarios. Pero como también ocurre con las huelgas médicas, tan odiosas como injustas, ese “éxito” se alcanzó sacrificando a miles de ciudadanos a los que se les negó, sin previo aviso, un servicio vital, recordándoles de paso lo indefensos que están ante ese tipo de protestas. Porque es muy poco lo que el Gobierno puede hacer, además de advertir a los huelguistas que no permitirá que se altere el orden público, que de todas maneras se altera como volvió a quedar demostrado ayer, ya que no está en capacidad de ofrecerle una alternativa a los varados a pesar de que es el “propietario” de las rutas. ¿Y cómo, si no puede impedir que los transportistas suban los pasajes, ni tiene medios coercitivos para obligar a los que lo han hecho “de manera inconsulta e ilegal” a que los dejen sin efecto? Eso ya ocurrió en rutas del Gran Santo Domingo, controladas en su mayoría por las tropas de Fenatrano, no obstante las advertencias de Claudia Franchesca y el Intrant, que como organismo regulador necesita con urgencia pasar de los estudios y los informes técnicos a las acciones puntuales y concretas; aterrizar en la caótica realidad del transporte para que pueda empezar a imponer el orden y la racionalidad. Una tarea difícil de acometer, pues cuando los problemas son tan grandes y complicados a veces no se sabe por dónde empezar a resolverlos. Es de esperar, sin embargo, que el viacrucis por el que pasaron miles de usuarios a los que Fenatrano dejó varados ayude al Intrant a definir sus prioridades y, mas que nada, a ponerse manos a la obra.