Plena vigencia a regulaciones

Plena vigencia a regulaciones

Pasando más a menudo de la teoría a los hechos, el país debe concentrar recursos de ciencia, ley y mecanismos de supervisión para proteger a los ciudadanos de prácticas médicas y comercios de medicamentos de alto riesgo. Insistir en que todo empleo de células madre en fines terapéuticos debe ser autorizado por el Ministerio de Salud es un paso en la dirección correcta. En otros aspectos de la medicina se contabilizan preocupantes imperfecciones que llegan a causar muertes. En la cirugía plástica tienen presencia profesionales que se acogen al rigor de los métodos pero esta apreciación no vale para todos los que, huidos de efectivo control, dan origen a una tasa de mortalidad y de secuelas de daños físicos que deberían considerarse alarmantes. Los cirujanos plásticos competentes y organizados han sido los primeros en condenar que en la práctica de su especialidad tengan presencia médicos que no reúnen los conocimientos ni destrezas certificados. Solo les mueve el empeño de lucrarse.

Además son débiles las barreras contra la presencia en el mercado de medicamentos falsificados o expendidos engañosamente con fechas vencidas. Contra ese mal, de elaboraciones informales y notoria presencia urbana, no se anda moviendo autoridad alguna a pesar de todos los peligros que para la sociedad encierra. Sobre el expendio de bebidas alcohólicas de venenoso clandestinaje se podría hablar también.

Mensajería peligrosa

La multiplicación del servicio a domicilio de los más variados renglones del comercio ha traído el ingrato componente, multiplicador también, del desparpajo al movilizarse en que incurren algunos “deliverys” violando normas de tránsito. A lo largo y ancho de localidades como Santo Domingo y Santiago, los peatones son testigos de ese desbordamiento de infracciones. Uno de esos motociclistas acaba de segar una vida joven en la ciudad de los 30 Caballeros, desplazándose en vía contraria.

Los establecimientos y marcas comerciales de toda índole deberían reparar en esta marcha frenética de los servicios de mensajería que patrocinan. Los accidentes que provocan, a veces mortales, difunden por todos lados sus nombres y distintivos. De ellos debería proceder, a unanimidad, un control que los meta en cintura.

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