Jesús, el de Nazareth

Jesús, el de Nazareth

Aunque Jesús de Nazareth probablemente nació entre los meses de junio y julio, tal como veremos en otra ocasión, su natalicio es celebrado en diciembre. Así, el llamado mundo cristiano, del cual es parte la región latinoamericana, está en estos momentos y hasta finales de diciembre y parte de enero, de fiesta en el sentido amplio del término. Que bueno que el cristianismo nos permita esta celebración a pesar de que, como sabemos, no siempre seamos capaces de controlar los excesos. Pero, si se trata de Jesús, como es el caso, tenemos sin duda razones para la celebración y la fiesta pues saber que Dios nos salva, por la vía de su hijo que nace de María, no es poca cosa. No es una noticia cualquiera.
Para los cristianos, Jesús es la buena nueva de Dios que transforma de manera radical la vida de quien lo recibe con honestidad. Esto así, porque la única recepción auténtica es aquella que se realiza por la vía del compromiso coherente con un estilo de vida cuyo referente histórico es aquel cuya fiesta estamos celebrando en este mes de Diciembre, el profeta Galileo. Un ser humano que nace pobre porque, como sabemos, estando de viaje María y José, al presentarse el parto, tuvieron que buscar un lugar para parir,no lo encontraron “y le acostaron en un pesebre porque no había para ellos lugar en la posada”, Lc. 2, 7. Y, el ángel del Señor les dijo a los pastores y a nosotros: “…les anuncio una gran alegría que lo será para todo el pueblo: les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor” (Lc. 2, 10-11).
Sin duda que esa gran noticia-alegría merece una gran fiesta, una gran celebración. Probablemente para nosotros hoy culturalmente alejados de aquellos tiempos en que vivían María y José y se escriben aquellos textos, el entusiasmo no nos asalte como podría haberle sucedido a los hombres y mujeres de aquella época. A pesar de ello la Iglesia nos continúa invitando a celebrar estos acontecimientos y al hacerlo nos convoca a renovar nuestro compromiso con aquello que celebramos y que se expresa en una persona: Jesús de Nazareth.
La fascinante personalidad de Jesús constituye siempre un desafío, una provocación a hacer el bien y una invitación a convertir su seguimiento en el “sentido de la vida”. No se trata de algo tangencial, marginal sino central, esencial. Y eso, bien vale “hacer memoria y celebrar”. De eso es de lo que se trata, pues la Navidad es eso: la fiesta en la que hacemos memoria y re-actualizamos a aquel por quien apostamos, en quien creemos y en quien confiamos. La navidad es la gran celebración de Jesús, el hijo, como Sentido verdadero de la vida que nos viene del Dios Padre/Madre. Por eso la celebración no puede separarse de la reflexión seria que nos lleva a hacernos las preguntas fundamentales de la vida.
De todo esto es de lo que se trata la Navidad. Por eso, los cristianos seguimos celebrando cada año este acontecimiento fundamental para la fe. El mismo nos da la alegría y el coraje para continuar en el compromiso de hacer presente el Reino de Dios en estas tierras, en estos tiempos turbulentos necesitados de justicia y paz que solo se construyen con la práctica de la fraternidad que alimenta la misericordia y conduce a la empatía.Es así como, a su vez, la Iglesia hace el servicio a la sociedad que de ella se espera y le permite celebrar con una fe honesta, la Navidad.

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