Los valores, un tema robado a Dios

Los valores, un tema robado a Dios

Hay muchas gentes que no cree en los valores y, mucho menos, en los que suelen patrocinarlos desde el gobierno, organismos extranjeros o internacionales; incluso, empresas y agrupaciones políticas, que en su diario comportamiento son ejemplo de conductas disolutas, dando espectáculos de corrupción y de desapego a los principios morales.

Muchos suelen preguntarse, a quienes pretenden engañar con esas “campañas de valores”, cuyos efectos no van más allá de la promoción publicitaria de los promotores  y las entidades interesadas.

Mucho es de lamentar el desconocimiento y desarraigo de los “promotores de valores” con respecto a la fuente de todos los valores: Dios.

Posiblemente estos promotores, como igualmente aquellos a quienes van dirigidas las campañas, ignoran cómo los valores fueron secuestrados de su contexto religioso original.

Hubo una vez una sola fuente de los valores, pero muchos intelectuales se fastidiaron de la dictadura de entidades religiosas cuyo verdadero interés  parecía estar definitivamente en la manipulación obscurantista, y en la procura del poder político; y crearon, como lo propusieron Waldo Emerson en Norteamérica y José Ingenieros, en Sudamérica, la creación de valores y de iglesias laicas, es decir, sin religiosos y sin Dios. Ingenieros defendió que la moral no necesitaba puntos de partidas de dogmas de fe o de creencia alguna, en su libro “Hacia una Moral sin Dogmas”.

Los hechos demuestran que esos intentos moralizadores fracasaron o no pasaron de ser escaramuzas de la ideología burguesa, que luego favorecieron al ateísmo marxista y finalmente condujeron al cinismo posmodernista. El problema de fondo era y sigue siendo, que el hombre no obedece a valores a menos que haya un mecanismo de castigo y recompensa. Aunque algunas personas exquisitas puedan sentirse recompensadas con que algo sea hermoso, agradable o  equilibrado. Eso lo sabe cualquier juez de pacotilla o  albardero de campaña atracado de fórmulas “éticas” en las que no creen. El asunto clave consiste en la expectativa o probabilidad percibida de castigo o de recompensa. Sin ello, no norma o valor que valga; eso lo saben bien todos los expertos en evasión de impuestos de Suiza, Alemania y USA.

El castigo probable al burlador es básico, pero la recompensa mediata, al final de la jornada de vida, gravitará más que todo juicio estético o pragmatista, como el de los que se refieren a los estatutos bíblicos como “tan solo cosas bonitas” o “beneficiosas para la paz social”.

El otro asunto es que solamente cuando los humanos tenemos un propósito común, o un mismo Fin Último, podemos hablar de verdaderos valores comunes. Cosa totalmente diferente a tener intereses semejantes, o de corto plazo. Pero no hay valores comunes sin metas comunes, por definición: Un valor es todo aquello que nos acerca a una meta.

Los que sustrajeron el tema de los valores del contexto de la Revelación, no advirtieron que los habitantes del futuro no podrían entenderse entre sí tan solamente en base a conveniencias mutuas, a relaciones justas o acuerdos pragmatistas entre ciudadanos. Las relaciones fuera del Plan de Dios, no tienen futuro.

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