“Yo no doy leche”, el gran mito

“Yo no doy leche”, el gran mito

La guerra ideológica de la industria de la fórmula infantil, que busca ser la primera opción para la alimentación del lactante, la falta de conocimiento y un ritmo de vida agitado en el que la madre se ve obligada a separarse de su bebé en los primeros meses de vida para reintegrarse al trabajo, han conseguido desviar la vista de lo natural y sembrar en la mente de muchas la idea de que no producen leche suficiente para amamantar.

“Yo no doy leche” es la frase categórica que repiten miles de mujeres que por diversas razones no pudieron lograr una lactancia exitosa. Una mito que se ha extendido hasta provocar que sólo el 7.8% de las dominicanas lacten de forma exclusiva a sus bebés durante los primeros seis meses, según estadísticas oficiales, uno de los índices más bajos en América Latina y el mundo.

El mito es resultado de un proceso histórico. Yanet Olivares, consultora internacional certificada en lactancia materna, señala: “La inseguridad empieza a partir del 1940 con la segunda guerra mundial, cuando la mujer se integra al trabajo lejos de sus hijos y la industria ofrece leches artificiales como la solución para que la madre se pudiera convertir en el sostén de la familia, mientras su marido se iba a la guerra. La industria esperaba esta oportunidad por más de 60 años. El mercadeo, la ignorancia y los intereses se encargaron del resto”.

A este hecho se sumaron otros factores para que la leche de fórmula le ganara terreno a la materna. La separación de la madre y el bebé desde el nacimiento –el instinto de succión está más activo en las primeras dos horas de vida para facilitar la instauración de la lactancia–, la introducción de leche artificial al poco tiempo de nacer, la falta de información y apoyo, la ignorancia sobre los temas relacionados a la lactancia y otros mitos, como que los medicamentos “secan” la leche o que “el niño no quiere la teta”, han contribuido a que dar fórmula sea la regla y amamantar la excepción, privando al niño del derecho y los beneficios que por naturaleza le pertenecen.

Los problemas suelen iniciar en la habitación de la clínica u hospital, después del parto, donde muchas veces la madre recibe la caja de fórmula antes que al bebé, asumiéndose de antemano que no producirá leche suficiente y con calidad para alimentar a su cría… Incapacitándola, aun cuando la naturaleza le ha provisto de senos para este fin.

Cómo se produce la leche. La realidad es que los senos no producen leche solos. Para hacerlo necesitan de la succión del bebé, que funciona como un estímulo que le da la orden al cerebro de llenar los pechos de leche, en la misma medida en la que el bebé mama.

Es decir, si el lactante no succiona frecuentemente y a demanda, la producción de leche será deficiente. Así que la fórmula es sencilla: mientras más pegue al bebé del seno, más leche producirá.

Los pechos tampoco almacenan leche, sino que ésta se produce instantáneamente mientras el bebé va mamando.

Al estimular los nervios del pezón, la succión desencadena una reacción hormonal que hace que el seno absorba nutrientes de la sangre y los transforme en leche materna. Al mismo tiempo las células se contraen y provocan que la leche baje.

Vale la pena recordar un caso: con leche de sus senos Faustina Mercedes logró salvar la vida de 16 náufragos que estuvieron perdidos en el mar durante 12 días, cuando la embarcación ilegal en la que se dirigían a Puerto Rico se perdió en alta mar, en el 2001.

Hasta ese momento sus senos sólo habían estado produciendo leche para su bebé de un año, pero respondieron al estímulo cuando estos adultos se prendieron a ellos, produciendo sorbos de leche rica en nutrientes y suficiente para mantenerles vivos durante más de una semana.

El caso evidencia la capacidad de una sola mujer de amamantar incluso a varios hijos. Pase a la pág. 4.

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