Joaquín Ricardo defiende victoria de Balaguer en comicios del 1970 y 1974  

<STRONG>Joaquín Ricardo defiende victoria de Balaguer en comicios del 1970 y 1974 </STRONG> 

En los reportajes especiales sobre las elecciones correspondientes a los años 1970, 1974 y 1978, publicados los días 4, 11 y 18 de marzo del año en curso en ese orden, con los epígrafes de “Retirada del PRD facilitó reelección”, “La segunda reelección de Balaguer fue bajo represión” y “1978: El PRD puso fin a la “era (sic) de Balaguer” respectivamente, nuevamente en ellos se incurren en inexactitudes, por lo que nos vemos en la obligación de realizar, por el momento,  algunas precisiones  acerca de ciertos aspectos mencionados en los mismos.

En las crónicas correspondientes a los comicios de 1970 y de 1974, aunque se ofrecen algunos detalles acerca de la situación interna de los partidos, resulta más que obvia la intención por parte de los autores de resaltar solo “el ambiente enrarecido” y “la represión” como únicos artífices de las victorias del doctor Balaguer y el Partido Reformista en ambas elecciones. Sin embargo, ¿por qué no se menciona la posición adoptada por el Líder y Presidente del principal partido de oposición con la adopción de su tesis El próximo paso: Dictadura con Respaldo Popular?

En ella el ex presidente Bosch abjura del sistema democrático y se inclina por una dictadura  propia del sistema comunista entonces beligerante. En ella dice, y citamos: “La Dictadura con Respaldo Popular no será la llamada democracia representativa, sistema político propio de la sociedad burguesa, porque ha venido fracasando en la América Latina durante más de siglo y medio. No lo será, porque la democracia representativa, en el mejor de los casos, no puede garantizar trabajo, salud y cultura para todo el mundo; no puede garantizar su verdadera igualdad, dado que se trata de un sistema político y social fundamentalmente injusto, que se organiza y se sostiene sobre el principio de que hay hombres con derecho a explotar a otros y los hay con el deber de dejarse explotar”. Ver: Tomo XV, pag. 243 de sus Obras Completas, edición de la Comisión Permanente de Efemérides Patrias, 2009.

¿No es en esa radical postura política que estriba la verdadera razón por la que el PRD no participó en las elecciones del año 1970?  No hay que ser arúspice para comprender el carácter explosivo y demoledor que tuvo esta tesis en los diferentes sectores que conforman la sociedad dominicana, basada esta última en un régimen con un gobierno esencialmente civil, republicano y democrático. Naturalmente, entendemos que resulta más conveniente ahora políticamente hablar del “ambiente enrarecido” que de esta radical y extremista postura asumida por el ex presidente Bosch, y de sus obvias y costosísimas consecuencias en términos de votos. No obstante, por si esto no fuese suficiente, no debemos olvidar que el 17 de abril de 1970, el ex presidente Bosch declaraba a la prensa lo siguiente: “Yo no creo en la democracia representativa, y por lo tanto, yo no creo en las elecciones. Esa es una posición hasta el final de mi vida”. Es ahí, no en nada más, donde descansó el fracaso del entonces principal partido de oposición.

En lo concerniente al reportaje de las elecciones generales del 16 de mayo de 1974, en éste el énfasis en la “represión” de los cuerpos del orden es aún mayor, obviando otros elementos de importancia que debilitaron sensiblemente al PRD, como lo fueron, además de la situación interna creada por la referida tesis, las serias y prolongadas divergencias entre un grupo de esa organización y el ex presidente Bosch,  exacerbadas en grado extremo con el desembarco de la fracasada expedición guerrillera de Playa Caracoles en febrero de 1973, y que culminaron con su salida del PRD. Para un examen serio e imparcial de esa denominada “represión”, es importante señalarle a las presentes y futuras generaciones el marco en que se produjeron esos eventos que hoy, a cómoda distancia y en circunstancias muy diferentes, se señalan.

Cuando el doctor Balaguer asume la primera magistratura del Estado el primero de julio de 1966 lo hacía en un país,   física y moralmente en ruinas, que aún se encontraba sufriendo los efectos de los acontecimientos posteriores a la guerra civil de 1965, los de la intervención de nuestro suelo por tropas extranjeras, los que producía el fantasma del odio que cabalgaba en la grupa de la dividida sociedad dominicana, así como a la intolerancia de los sectores de izquierda que no aceptarían la victoria del doctor Balaguer y que luchaban por la implantación en el país de un gobierno de corte marxista instaurado por medio de la lucha armada. Estos son hechos incontrovertibles que lo único que debemos lamentar es que se obvien en la mediatización de la prensa nacional.

En adición a tener que enfrentar a todas esas fuerzas y a todas esas circunstancias adversas, gobernaba también el doctor Balaguer en plena Guerra Fría. Con este término, traducción literal de la expresión “cold war”, académicos y periodistas la utilizan para señalar la persistente confrontación ideológica, política, económica y militar que hubo entre el bloque de países comunistas y el de los países capitalistas de Occidente, después de terminada la Segunda Guerra Mundial. Esas diferencias, especialmente luego del triunfo de la Revolución Cubana en 1959, fueron trasladadas a nuestro hemisferio,  donde la confrontación ideológica pasó al enfrentamiento en el terreno,  para tratar de implantar las revoluciones socialistas y marxistas por las que propugnaba el comunismo.  Las revoluciones, la tesis del foco guerrillero y la guerrilla rural y urbana, posteriormente llevaron en los diferentes países a los alzamientos armados, hechos en los que perecieron jóvenes con inquietudes sociales en un sacrificio sin precedentes en todo el continente.

Desafortunadamente, esos valiosos jóvenes fueron manipulados por políticos desalmados que se aprovecharon de su entrega a un ideal que el tiempo se ha encargado de demostrar su existencia muy cercana al fracaso.

Nuestro país, como es lógico, no escapó a esa tendencia. Los grupos de extrema izquierda que habían escondido las armas después de la guerra fratricida de 1965, se dedicaron a propiciar acciones perturbadoras en su intento de establecer los focos guerrilleros, incluyendo asesinatos de miembros de las fuerzas del orden para despojarle de su arma de reglamento; atracos, como los realizados al Banco Popular en 1967 y al Royal Bank of Canada en 1971; secuestros, como los perpetrados contra el joven Álvarez Dubreil y el coronel Crowley en 1970; y de aviones, como el ejecutado al de Viasa en 1968;  los actos de terrorismo consistentes en el incendio de tiendas de tejidos, ejemplo: Sederías California y La Ópera en 1972; el fallido desembarco guerrillero de Playa Caracoles en 1973, y según reveló en el año 2005 el comandante Guillermo, el fenecido Miguel Cocco, hasta un intento de magnicidio.

En ese ambiente hostil y enrarecido fue que gobernó el doctor Balaguer y por el que se vieron compelidas a actuar las fuerzas armadas, simplemente cumpliendo con el mandato constitucional  de preservar el orden y la seguridad ciudadana. Es a esa legítima  defensa del orden legal a la que sectores evidentemente parcializados por sus propias ideas han denominado “represión”.  Hasta doctrinas supuestamente más avanzadas y liberales, de acuerdo a la concepción de la época, como la Dictadura con Respaldo Popular del ex presidente Bosch establecen no ya la necesidad de preservar el orden, sino que no admiten disidencia alguna. En uno de sus postulados la tesis de la Dictadura con Respaldo Popular del ex presidente Bosch se expresa lo siguiente: “No se perseguirá en ninguna forma a las personas que hayan sido adictas a los frentes oligárquicos, a menos que actúen contra la Dictadura con Respaldo Popular en el proceso de la toma de poder por el nuevo régimen o después de establecido”.  (Obras Completas, tomo XV, edición anteriormente citada, pag. 246.) 

Fueron en esas difíciles circunstancias sociales, políticas y económicas, con una feroz oposición que abjuró de la democracia representativa como método de gobierno, y que acudió a los actos terroristas y a la insurrección armada como medio de acción, situación que entrampó al país en los enfrentamientos ideológicos y en la violencia que se generaba entre los dos grandes polos hegemónicos del mundo,  que realizó su extraordinaria obra de gobierno el doctor Balaguer.

En lo referente a la crónica de las elecciones generales de 1978, es importante resaltar que en esos comicios el Partido Reformista depositó pruebas irrefutables del cambio sin aviso previo de votantes de una demarcación a otra en extremos lejanos, lo que se denominó como el célebre trastrueque de electores, auspiciado por cierto funcionario de la Junta Central Electoral, claramente afiliado al principal partido de oposición, que había recibido entrenamiento para esos fines en Venezuela. Es de ahí que con los registros electorales en las manos como medio probatorio se procediera a solicitar de la Junta la realización de elecciones complementarias en cuatro provincias. Lo cierto es que de haberse realizado las mismas, es muy probable que los resultados finales de las elecciones hubiesen sido diferentes.

Sobre la interrupción del escrutinio la noche del 16 de mayo solo afirmaremos, por el momento, que el doctor Balaguer evitó con su postura enérgica y decidida esa madrugada un rompimiento del orden institucional, y que sorteando situaciones internas difíciles y delicadas proclamó, contra viento y marea, el 27 de mayo a don Antonio Guzmán como presidente de la República. En lo concerniente al tema de “las presiones internacionales”, basta recordar que al embajador de los Estados Unidos, presente desde tempranas horas del día siguiente en la residencia del doctor Balaguer, se le notificó bien entrada la mañana que si deseaba ver al Presidente de la República pidiese la cita por la vía correspondiente para ser recibido en el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo, pues donde él se encontraba era su residencia particular.  Lo cierto es que el 16 de agosto de 1978 se efectuaba el primer traspaso pacífico de  mando en nuestra historia contemporánea, gracias a la firme voluntad del doctor Joaquín Balaguer. Ignorar esto resulta una insolente aberración histórica, por lo que de continuar por el actual camino tendremos que nuestro pasado tiene lecturas inconclusas en una postura vergonzosa de los postulados de la diosa Clío.

Por otra parte, sería más equilibrado el contenido de los referidos reportajes si en los mismos se mencionaran los logros tangibles alcanzados por las administraciones del presidente Balaguer, y no nos referimos a las obras de infraestructura solamente sino a sus indiscutibles aportes al desarrollo económico y social del país,  a la vigencia plena de sus instituciones, así como al fortalecimiento y consolidación de nuestro sistema democrático.

No deseamos asumir que existe por parte de los autores el empeño de ignorar, por ejemplo, el Plan de Austeridad que se implementó desde el primer día en que el doctor Balaguer asumió la primera magistratura del Estado; ni la Ley de Incentivo Industrial  y sus modificaciones que permitieron el surgimiento de ese determinante sector; ni al modesto, pero amplio, plan de obras de infraestructura que se comenzó a implementar en 1966 con lo que producía el Fisco, es decir, sin acudir al peligroso endeudamiento externo, y que posteriormente se amplió en las administraciones siguientes hasta llegar a  incluir acueductos, canales de riego, presas, escuelas, caminos vecinales, centros hospitalarios, puertos y aeropuertos, viviendas y apartamentos para los sectores marginados, obras deportivas, policlínicas rurales entre otras;  ni tampoco a la valiente medida medioambiental de ordenar el cierre de los aserraderos y la reforestación de la cuenca de nuestros ríos; ni a los estímulos para la creación de empleos y para el desarrollo como fue la inauguración de la Zona Industrial de Herrera;  ni a la implementación del sistema de  Zonas Francas, de tanta importancia para el desarrollo nacional;  ni tampoco al apoyo masivo otorgado al aparato productivo nacional, con la implementación del modelo de sustitución de las importaciones; ni a la creación de una pujante clase media, dínamo del crecimiento nacional; al igual que a las Leyes Agrarias, que revolucionaron el sistema de tenencia de tierras heredado desde la época de La Colonia, para solo mencionar algunos de esos logros tangibles obtenidos durante las tres administraciones cuyas elecciones  son objeto de las crónicas anteriormente señaladas y que convenientemente se han olvidado resaltar en las mismas.

Finalmente, el doctor Balaguer ha sido objeto de un muy bien orquestado plan de ataques y recriminaciones,  usualmente emitidos por aquellos que, basados en su fracasada ideología socialista y partidarios, por lo menos en ese entonces, de regímenes totalitarios que buscaban la suplantación de la democracia y sus valores esenciales, se consideran ahora con la potestad de torcer las verdades disfrutando de las libertades que le otorga el sistema que pretendían eliminar. Atribuyámosle esas necedades a las almas roñosas, así como al celo humano que se le tiene a los grandes hombres, cuyos nombres, nos agraden o no, como hitos de historia, permanecen en el tiempo.

Decía el poeta y ensayista francés Paul Auguez que existen tres caminos para convertirse en un gran hombre: ser verdaderamente un hombre superior; ser poco más que un hombre corriente y tener panegiristas; y ser un poco menos que un hombre común pero tener audacia y suerte. Por el peso histórico, político y social de su obra a favor del pueblo dominicano, los seguidores del doctor Balaguer, así como la inmensa mayoría del pueblo dominicano no tenemos duda alguna de que el doctor Balaguer transitó con el éxito el primero.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas