Para la Semana Mayor

Para la Semana Mayor

Como se sabe, trabajar da trabajo y por eso pagan. Si trabajar no fuese trabajoso, quizás no pagarían las llamadas “cargas laborales”. Esa idea anda en la cabeza, de muchísimos dominicanos. Sin embargo, tocar guitarra parece no dar trabajo al guitarrista, quien disfruta de lo lindo mientras toca su instrumento. No se sabe exactamente si la alegría le llega transmitida por la música del compositor o por la justa interpretación de las notas de la partitura ¿Orgullo del intérprete? ¿Deleite provocado por la composición musical? De todos modos, aunque toque con alegría, al guitarrista hay que pagarle su tarea doble de pulsar y rasgar.

La gente paga con gusto a violinistas, pianistas y guitarristas. Durante el tiempo que dura el concierto, el oyente beneficia de un “masaje cerebral” que mejora la digestión y estabiliza el ritmo cardiaco. La música, según los filósofos de la antigüedad, tiene un extraño poder curativo. Hay flautas que espantan toda clase de bacilos; existen instrumentos de tres cuerdas, como es el caso de la balalaika, que al tremolarse prolongan la duración del sonido, como si frotaran nuestra piel o “sacudieran” las vísceras más sobrecargadas por las rutinas del vivir. El músico parece no trabajar tanto como un jornalero; pero es obligatorio pagarle mejor.
La Semana Santa es, primero que todo, una celebración religiosa; además, es un tiempo de asueto oficial, de libertad oficinesca. Tenemos tiempo para pensar en la brevedad de la vida, en las sorpresas causadas por las enfermedades o la muerte. Religiosidad y vacaciones se conjugan para entregarnos a la música, a la contemplación de paisajes naturales, al disfrute de baños especiales, de mar, de saltos, de lagunas. Las tensiones de las habitantes de ciudades, se rompenen Semana Santa.
¿La playa o la montaña? ¿La costa o las lomas? Son dos ambientes hermosos y estimulantes. Cada uno proyectará sus vacaciones según sus gustos, condicionamientos familiares, dinero disponible. Las playas con la arena más bella del mundo, están en Santo Domingo. Las aguas del Mar Caribe tienen fama de que fomentan sueños tranquilos. Entre la arena de coral y el pulso marino de la costa, descansaremos unos días. Intentaremos olvidar aspectos desagradables de las ciudades y la política.

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