A PLENO PULMóN
La intimidad vaciada

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No sabemos bien que cosa es la memoria.  Los expertos en asuntos del conocimiento son demasiado exigentes.  Para formular una proposición dan muchas vueltas al pensamiento y vacilan indecisos antes de afirmar cualquier opinión.  La vida humana exige decidir rápidamente el camino que tomaremos, aunque no sepamos a qué atenernos con exactitud.  El trabajo, la enfermedad, el amor o la muerte, no esperan a que elaboremos  definiciones precisas. Debemos conformarnos a menudo con un  “conocimiento confuso”, aproximado, tal vez más sentido que pensado. Eso nos ocurre con la memoria.  Todos sabemos “de que se trata”…  pero se nos escurren las definiciones.

 “Anamnesis” es una palabra griega que utilizaba Platón para explicar su doctrina del conocimiento.  Significa rememoración, reminiscencia o recolección.  Los especialistas de la computación se han apropiado de este vocablo “clásico”.  La memoria es esencial para el funcionamiento de los ordenadores.  Anteriormente la palabreja era empleada por médicos, psicólogos, filósofos; ahora entró en el mundo de la “inteligencia artificial”, de la alta tecnología.  Se tiene la esperanza de que con los enormes almacenes de datos que contienen los computadores, estos sean capaces de desentrañar los misterios de la memoria. 

 Tuve un amigo quien sufrió lo indecible al ver cómo su esposa iba siendo destruida por la enfermedad de Alzheimer.  Él conoció una joven alegre, hermosa y simpática, que vivía en las proximidades de la escuela donde cursaba el bachillerato. “Se hicieron novios” hace casi 60  años.  Tuvieron hijos y viajaron juntos durante más de 50. Acumularon experiencias, impresiones, gozos y dolores, que podían compartir o evocar en cualquier momento.  Asistieron juntos a graduaciones académicas de sus hijos, al nacimiento de los nietos.  Estaban unidos por “vividuras” comunes. 

 La pérdida de la memoria es un obstáculo práctico cuando tenemos simples olvidos pasajeros, recuperables.  Pero el Alzheimer no es una desmemoria cualquiera sino el vaciamiento de la intimidad.  La persona, cuyas reacciones y preferencias conocíamos, deja de existir; en su lugar queda una máscara exterior con su figura.  Es “dramático”, como hoy se dice, que una mujer educada e inteligente no sepa donde está, ni si ha cepillado sus dientes.  Esta tragedia de mi amigo no pudo percibirla su esposa.  Todos los recuerdos habían sido  borrados.

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