¿A qué fue?

¿A qué fue?

Eusebio Rivera Almodóvar

No hay dinero en el mundo con el que se pueda pagar el retorno a la vida de un ser humano. Nadie ha sido resucitado, salvo en citas bíblicas y anécdotas mágico-religiosas de diferentes orígenes, siendo la más conocida la de Lázaro. Hay un tiempo límite para tener éxito con la llamada reanimación cardiopulmonar, recurso final heroico merecido por todo ser humano, que debe incluir simultáneamente medidas de control del origen del shock, inconsciencia o coma, porque sin ejecutarse rápidamente se produce la temida muerte o daños irreversibles que provocan discapacidades.
El procurador general de la República, Jean Alain Rodríguez, acudió recientemente a una reunión en Brasil para encontrarse con delegados de otros países donde la Odebrecht ha dejado huellas. A su regreso, pese al pago de boletos y viáticos, no pudo demostrar la utilidad de su viaje, ya que las expectativas creadas por la ingenuidad contagiosa de los medios de comunicación, pretendían que trajera los nombres de los sobornados por la constructora en nuestro país.
Era de esperarse que el procurador no dijera los nombres de los sobornados aunque alguien se los hubiera suministrado en esa reunión. Él sabe que, aunque la vida no tiene precio, a la muerte sí se lo han puesto los denominados “sicarios” y cualquiera que tenga o difunda nombres y apellidos de personas que se han robado cientos de millones de dólares (miles de millones en pesos) del pueblo y, por demás, pueda probarlo, es un candidato a que le pongan precio a su cabeza y, luego de depositado en un cementerio nadie habla. Ejemplo palmario reciente son los locutores de San Pedro de Macorís y su despiadado asesino.

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