A un mes del desastre de Tavera

A un mes del desastre de Tavera

JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Todo parece indicar que el desastre ocasionado en la madrugada del 12 de diciembre pasado con el abrupto desagüe de la Presa de Tavera al paso de la tormenta tropical Olga quedará como un episodio más de la enorme capacidad dominicana para el ocultismo, el encubrimiento y la complicidad.

En este mismo espacio del 16 de diciembre resalté con detalles técnicos lo que era un secreto a voces en la comunidad técnica, incluyendo áreas del propio gobierno: que hubo un manejo irresponsable de la presa, al no seguirse su manual de operaciones, lo que había causado graves pérdidas en vidas humanas, propiedades y producción, cuya gran magnitud se conoció después.

Posteriormente las opiniones de los técnicos, incluidas las de algunos tan reputados como el ingeniero Augusto Rodríguez Gallart, no dejaron dudasen nadie que tenga un mínimo de sentido común y deseo de conocer la verdad: se debió comenzar a desaguar la presa, porque estaba casi llena, 48 horas antes de la llegada de la tormenta, cuya dirección sobre el país fue advertida  esta vez sí  con más de 48 horas de anticipación, el domingo 9 de diciembre. Se hizo sólo a razón de 100 metros cúbicos por segundo, cuando el manual indicaba 500, y según declaró y reiteró el director del Instituto de Recursos Hidráulicos se mantuvo en ese volumen hasta que cerca de la medianoche del martes 11 decidieron abrir las compuertas, dando origen a la devastación en el curso del río Yaque del Norte.

Ningún técnico ha podido justificar que no hubiese una escala ascendente de desagüe, entre 100 metros cúbicos y los entre 5 mil y 6 mil que salen al abrirse completamente todas las compuertas. Llegamos al extremo de escuchar al ingeniero Héctor Rodríguez Pimentel decir que si desaguaban a 900 metros cúbicos por segundo, hubiesen barrido con Santiago y otras ciudades. Esperaron hasta entrar en pánico para desfogar entonces no 900, sino un mínimo de 5 mil.

Ya sabemos que los muertos y desaparecidos pasaron de 40 personas, que la inundación alcanzó a la ciudad de Santiago y se extendió río abajo causando estragos en Mao y Montecristi, arrasando viviendas y cultivos y dañando la infraestructura. Empresas

Industriales y todo tipo de negocios y servicios, como colmados, ferreterías, talleres y salones de belleza fueron gravemente afectados, muchos con pérdidas totales. Solo los productores de banano para exportación de la línea noroeste dicen haber perdido unos mil 500 millones de pesos con 70 mil tareas llenas de arena y escombros.

En el artículo del domingo 16 pedía que una investigación apelara a la «caja negra» de la presa, que deben ser sus manuales y registros, y al interrogatorio de los involucrados en la decisión para establecer responsabilidades. Tras formular una serie de interrogantes, apelaba a la comunidad de Santiago para que no se permitiera que ese desastre fuera encubierto.

Lamentablemente, a un mes de la tragedia, es por ese camino que vamos. El presidente de la República nombró una comisión investigadora con mayoría de altos funcionarios gubernamentales, y con representación de tres universidades y otras dos entidades privadas.

La investigación estaba viciada desde que se puso a investigar a los funcionarios oficiales, algunos relacionados con los organismos involucrados en el desastre. Y se les dio un plazo de 90 días para rendir un informe que pudo elaborarse en una o dos semanas. Quedó la impresión de que se buscaba tiempo para el encubrimiento y el olvido. Pasado un mes la comisión sólo se ha reunido una vez y con la exclusión de dos de los representantes de entidades privadas.

Pero lo peor es que la vigorosa comunidad de Santiago, donde es generalizada la convicción de que hubo un manejo irresponsable de la presa, no ha hecho absolutamente nada. Ni siquiera se ha sentido un reclamo colectivo, aunque algunos abogados y profesionales se han movilizado, incluso creando esta semana una comisión propia para investigar el acontecimiento. La Asociación de Productores de Bananos amenazó con acciones judiciales, pero sin aterrizar.

Ni siquiera los más graves afectados han dado un paso organizativo para reclamar sanciones e indemnizaciones, probablemente porque algunos tratan de encontrar compensaciones individuales con las autoridades. Definitivamente esta sociedad tiene excesivas carencias y deficiencias. Aquí todo se puede hacer y cualquier cosa puede ocurrir. Una enorme capacidad de encubrimiento y complicidad rinde culto al ocultismo.

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