Abandono de la huella histórica

Abandono de la huella histórica

Así como el Estado ha sido un ente discontinuo, a merced del capricho de los políticos, nuestro patrimonio monumental, el testimonio tangible de los hechos históricos más relevantes, ha sido víctima de abandono y maltrato. Se trata de un vicio que ha alcanzado, inclusive, la enseñanza de nuestra historia, que ha estado afectada por omisiones y distorsiones imperdonables. En la capital, en la vieja Vega y en La Isabela entre otros lugares, se palpa el desconcertante abandono de la herencia monumental.

En la enseñanza, particularmente en las etapas básica y media, deja mucho que desear la enseñanza de la historia, hasta el grado de que algunos textos se explayan en los detalles de la independencia haitiana, y en cambio son inexplicablemente austeros en cuanto a los acontecimientos y luchas que permitieron la liberación de nuestro país. De esta manera, el abandono del patrimonio monumental se conjuga con las insuficiencias y distorsiones de la enseñanza de la historia.

Un país que descuida su patrimonio monumental y el aspecto de la enseñanza de la historia en la formación básica de nuestros estudiantes, es un país de una base cultural terriblemente atrofiada. De manera apreciable, muchos de nuestros estudiantes conocen mejor la historia de otros países que la propia de su país de origen.

Horrible muestra de salvajismo

La primera solidaridad que le llegó al piloto Oliver Gutiérrez cuando aún estaba atrapado en el maltrecho helicóptero que se precipitó a tierra en Villa Duarte, debió dejar en su memoria una imagen horrenda. Lejos de auxiliarle por los traumatismos sufridos, los primeros en llegar hasta él se ocuparon ante todo de sustraer su cartera, la pistola que portaba, unos zapatos y otras pertenencias. También cargaron con piezas de metal del aparato, posiblemente para venderlas como chatarra, y desvalijaron la casucha sobre la que cayó la aeronave.

Las gráficas de este suceso colgadas en las redes sociales mostraron al mundo, casi en tiempo real, la capacidad de algunos dominicanos de responder primero al instinto depredador y criminal, que a la práctica de auténtica solidaridad. El castigo debe ser el más rudo que permitan las leyes.

Publicaciones Relacionadas