Abelardo Vicioso, un poeta vertical

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CIELO NARANJA
POR MIGUEL MENA

El Santo Domingo de 1965  sigue estando en todas partes del globo.

Santo Domingo, abril de 1965: Había una vez una ciudad, un país atrincherado. La patria al fin tuvo su ciudad levantada, las ilusiones en muchas esquinas, la palabra y el fuego como sombras indistintas de gente confiada en verdaderos cambios después de 31 años de dictadura y muchos más de autoritarismo. En menos de 6 kilómetros cuadrados se concentraba una población opuesta a buena parte del ejército dominicano y a más de 40 mil marines norteamericanos.

«Canto a Santo Domingo vertical», poema declamado una y otra vez como un mantra revolucionario, se escribió entonces. Su autor, Abelardo Vicioso (1930-2004), abogado (1953), estudiante de cine en Hollywood (1954), fiscal y cónsul por un par de semanas (1956), exiliado y miembro prominente del Partido Socialista Popular, entre otras muchas funciones.

Ciudad que ha sido armada para ganar la gloria,

Santo Domingo, digna fortaleza del alba,

hoy moran en mi alma todas las alegrías

al presenciar tus calles con movidas y claras,

el rostro erguido y bronca la voz de tu trinchera:

¡Yanqui, vuelve a tu casa!

De todos los poemas  de su generación –la del 48-, quizás no hay ningún poema que haya quedado en la memoria histórica como este Canto. La combinación de épica, sensibilidad y unas metáforas tan táctiles y sencillas, hacen de este texto verdadero ejemplo de poesía con vocación comunitaria.

Atendamos un momento   el contexto: el 24 de abril se ha producido un levantamiento cívico-militar que pretende reponer al gobierno de Juan Bosch. Cuatro días más tarde, los Estados Unidos responden con el envío de un gran contingente militar. La capital dominicana es dividida y «limpiada» en su zona norte de elementos revolucionarios. Entre los barrios de Villa Francisca, San Carlos, la Ciudad Colonial y Ciudad Nueva se concentran las fuerzas democráticas. Entre aquellos luchadores y creadores, está Abelardo Vicioso.

Sé que para engullirte como sardina rondan

treinta y seis tiburones en tu ardiente ensenada,

celosos de los hombres que construyen la vida

y nunca se arrodillan en sus grandes batallas.

y tú estarás de pie, diciendo al enemigo:

¡Yanqui, vuelve a tu casa!

El valor de este poema trasciende lo meramente documental-histórico. Aquí puede apreciarse la sensación de comunidad de ideales, los principios de esperanza en los cambios sociales y la decisión de defender el derecho a la palabra y al ser.

Se tiene conciencia del poder imperial, pero también de los pequeños poderes de que la persona dispone.

En su vida posterior, Abelardo Vicioso no dejó de ser consecuente con este. A diferencia de la mayoría de su generación y de la literatura dominicana posterior, supo mantenerse en la dignidad de las convicciones. El «Abelarrrrdo» del poeta Juan Sánchez Lamouth, el «Papo» del PSP, se concentró luego en el ensayo y en la docencia universitaria. A pesar de las dolencias físicas que sufrió en sus últimos años, siempre se le veía con una sonrisa infantil.

Al volver a este poema, lo pienso más vertical que nunca.

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