El abogado Vicente Estrella consideró ayer que el principal problema que afecta al sistema de justicia en el país es, que sin importar la forma en la que sean escogidos los jueces, que tienen el “sagrado” deber de administrar la justicia, siempre tendrán ataduras con alguien que en algún momento podría pedirles un favor, que los llevaría a cometer una falta en el aspecto ético o legal.

Advirtió que esta situación no tendrá una solución definitiva con la celebración de una cumbre, conferencia, reunión o un seminario; “mientras dependa de nosotros los seres humanos, cargados de debilidades, formados en una sociedad que cada día valora más el tener bienes que ser honestos, no será posible”.

Creencia en Dios. Estrella manifestó que cuando la justicia se aplica desde el punto de vista humano, es prácticamente imposible que esta sea sana cien por ciento. “La justicia es un concepto que está por encima de un simple razonamiento del hombre. Debemos estar conscientes de que su esencia proviene de Dios, y por tanto, es un don divino”.

Afirmó que si el hombre no está comprometido con hacer la voluntad de Dios, se le dificulta mucho aplicar justicia, porque intentaría dar lo que no tiene. A su juicio, nadie puede dar lo que no tiene.

Calificó como difícil que el hombre pueda administrar una justicia sana y correcta en todos los casos que le someten, porque en uno u otro corre el riesgo de ser influenciado por las circunstancias que lo rodean.

Planteó que a un juez le sería muy cuesta arriba ponerse la venda en los ojos para juzgar a alguien, de quien un buen amigo le haya pedido que le favorezca, o ignorar la petición de un favor de la persona que le consiguió el cargo o le ayudó a obtener un ascenso.

Dijo que también para un magistrado con debilidad por el dinero, ya sea por ambición o por necesidad, le sería difícil rechazar una suma para solucionar un caso sobre el cual tiene potestad absoluta de tomar decisión.

Observó que el único justo y perfecto es Dios y solo si los jueces actúan inspirados en su justa voluntad, podrán ser coherentes al emitir sus fallos. Llamó a “juzgar nuestra conciencia y reconocer ante Dios nuestra imperfección”.