Acnur, espejo de una realidad que queremos tapar

Acnur, espejo de una realidad que queremos tapar

El cumpleaños llegó sin felicitaciones, velas ni pastel. Quienes lo celebraron, que los hay, lo hicieron en la intimidad de su vileza y dejaron pasar la fecha sin resonar los redoblantes de su infamia.

El pasado martes, 23 de septiembre, se cumplió el primer aniversario de la sentencia 168-13, que despojó de la nacionalidad a miles de dominicanos de padres extranjeros -en condición ilegal- que habían nacido aquí antes de que entrara en vigencia la Constitución del 2010, que cambió los criterios para otorgar la nacionalidad.

Hoy, a un año de esa triste memorable ocasión, la sociedad continúa dividida y obnubilada con el tema. Por eso ahora, en un afán de “heroísmo nacionalista”, algunos solicitan que salga del país el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) sin pensar que, al hacer esa petición, nos estamos incriminando. ¿Por qué nos molesta tanto su trabajo cuando lo único que han hecho es defender el derecho a la nacionalidad de aquellos a los que se la hemos robado? Sí, ya sé que dirán que no son dominicanos. En ese caso, sin embargo, podríamos decir que son refugiados que buscan en la República Dominicana lo que en “su país” jamás tendrían: una patria.

A muchos les ha molestado el trabajo del Acnur y de Gonzalo Vargas Llosa. Y no puede ser otra manera: en este lugar, que se empeñan en llamar país, siempre hemos pretendido joder a los demás sin que nadie nos reclame. ¿Cómo se puede perdonar que un extranjero muestre la forma tan miserable en que tratamos a los nuestros? Es por eso, por quitarnos la careta, que lo quieren castigar.

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