Acorralados

Acorralados

La decisión soberana del país, de llevar orden a su situación migratoria con los ciudadanos del país occidental de la isla, ha destapado una olla de mil demonios de los países que pretenden aplastar al país para que desista de sus derechos y aceptar sumisamente una inmigración que ningún otro país del Continente quiere aceptar, y despreciada por los mismos de su raza que viven en otras islas del Caribe.

Las muestras de adhesión que los gobiernos de muchos países le brindan a los haitianos es de una gran solidaridad, pero con la condición que ellos no los reciben y que su lucha es en contra de los dominicanos, para que los acepten y asimilen en la parte oriental de la isla en la cantidad que ellos deseen, haciendo suyo el lema de que la “isla es una, una sola raza y una sola nación”.

El país está recibiendo los embates de autoridades de otros países, colocándose al lado de las pretensiones haitianas de no reconocer el derecho soberano de los dominicanos de regularizar y llevar orden a una inmigración obligada de sus nacionales, que solo quieren estar como chivos sin ley, entrando y saliendo a su antojo del territorio oriental como si la frontera no existiera y los militares dominicanos lo permiten. No aceptan los haitianos la regularización y hasta se niegan a reconocer a sus nacionales que no hayan nacido en su territorio, violando su Constitución acerca de la nacionalidad, y por revancha, acariciaron la acción de prohibir la entrada a su territorio de 33 productos dominicanos de gran demanda en occidente y boicotearon el mercado binacional fronterizo del pasado viernes en Dajabón.

Nos acorralan, presionan, amenazan y hasta pretenden restringir ayudas establecidas por acuerdos de asistencia para obligar al país a que desista de ejercer su soberanía claudicando ante las pretensiones de los amigos de Haití para que seamos los dominicanos que recibamos una inmigración inculta, analfabeta y enferma que ningún país del Caribe quiere, y que en las Bahamas los encierran en jaulas antes de deportarlos; en Brasil los cazan por doquier y en Estados Unidos no les dejan llegar a la Florida y nadie sabe de las embarcaciones cargadas de haitianos desaparecidas en ese mar.

Quieren acorralar al país hasta la desesperación, ya lo manifestó el presidente Medina en Guatemala el pasado viernes, pretendiendo que desista de su acción soberana de llevar orden a una situación, que se ha agravado en los 15 años del presente siglo como nunca antes, ni siquiera comparables a los sucesos de la década del 90 del siglo pasado cuando Haití sufrió un embargo y bloqueo bestial por las potencias; hasta se pretendió que los dominicanos se unieran al mismo, que ni siquiera querían que se les enviara gas licuado de petróleo para evitar que incursionaran en los bosques dominicanos para deforestarlos y producir carbón.

El Gobierno dominicano está actuando con mucha mesura, y llevando la observancia a los derechos humanos como nunca antes, debido a los ojos inquisidores, dominicanos y foráneos, que están al acecho para acusarnos de violaciones si los haitianos se clavan un clavo en una construcción o tropiezan con una piedra y se parten un uña cuando caminan por los senderos fronterizos.

Ahora ya no se trata de una tormenta en un vaso de agua, por tantos intereses que afloran y giran en torno a la defensa de los supuestos abusos que se cometen contra una raza menospreciada, hasta por sus semejantes, pero empeñados todos para que sea Dominicana que se haga cargo de una población, que sumida en la pobreza y la ignorancia, solo ven el territorio oriental como el único a donde pueden dirigirse a cuenta que aquí desde hace años encuentran su sustento y los han dejado asentarse en cualquier rincón nacional sin cortapisas.

Pero las intenciones internacionales y de los haitianos es que no exista ninguna traba para que esos seres humanos hagan de las suyas en territorio dominicano, que el país sea parte de lo que una vez fue de ellos. Todavía sueñan con recuperarlo, y más ahora que envalentonados por la respuesta de los amigos de Haití para que desaparezca la frontera, es pretender que los dominicanos nos atemoricemos y ceder en nuestros derechos de la nacionalidad, que tanta sangre y sacrificios le costó a nuestros antepasados.

 

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