En el artículo anterior analizamos la importancia de la música en la construcción de cultura de paz. Escuchar música de diferentes géneros es una necesidad para la población dominicana con mayor arraigo en la cultura popular. Desde el inicio del día se pueden escuchar los radios en los hogares, igualmente en colmados, guaguas, carros públicos y comercios.
Sin embargo, en nuestros centros educativos la educación musical no se prioriza. El canto, la interpretación musical tiene poca presencia. No se educa la voz de niños y niñas para que aprendan a cantar, improvisar, crear o recrear ritmos y melodías musicales desde coros y bandas.
Esta gran ausencia de la educación musical desde la educación inicial a la media ha generado un clima interno en las aulas y en la vida escolar con ausencia de la alegría, la creatividad y la motivación.
La priorización de clases tradicionales en educación inicial, básica y media con énfasis en la disciplina rígida y muchas veces violentas ha convertido la escuela en una “cárcel”.
En muchos casos encontramos a niños, niñas, adolescentes y jóvenes en comunidades rurales y urbanas de muchas provincias desarrollando iniciativas culturales en la danza, la música y el teatro que no son integradas ni incorporadas al quehacer educativo de sus centros escolares.
Tenemos grupos de atabales en más de diez provincias del país, algunos ubicados en comunidades rurales formados por adolescentes y jóvenes, estos grupos de atabales no son incorporados al quehacer educativo ni a la vida de los centros donde están insertos. Si las clases iniciaran con bailes de atabales, con una continuidad de esta manifestación en el aula integrándose a las clases de ciencias sociales, español y ciencias naturales, el clima escolar se impregna de alegría y armonía y los procesos educativos fueran más fluidos, con más impacto en la población estudiantil.
Al igual que los grupos de atabales encontramos grupos de danza afrocaribeña como es el caso de Kalalu Danza en Villa Mella, teatro popular danzante de María Auxiliadora, Bailemos otra vez de Haina, grupos de danzas y atabales en Guachupita y muchos otros. Estos grupos desarrollan una actividad musical con énfasis en nuestras raíces identitarias afrocaribeñas en sus comunidades, sin embargo no han logrado que los Distritos Educativos y los centros integren su actividad en el proceso educativo.
Muchas de las niñas, niños, adolescentes y jóvenes de estos grupos tienen un cierto nivel de empoderamiento y una gran capacidad de liderazgo. Pueden convertirse en animadores socio-culturales que aporten al sistema educativo la articulación del proceso educativo hacia una educación para la paz desde la música, la danza y las manifestaciones artísticas.