Alberto Giacometti, un artista de excepción

Alberto Giacometti, un artista de excepción

Hay evocaciones inolvidables, así la que nuestro gran escultor Luis Martínez Richiez relataba de su amigo, Alberto Giacometti. El escultor suizo, ya célebre internacionalmente, deambulaba de noche en las calles de Montparnasse –entonces barrio de los artistas y la bohemia–.
Hábito diario e invariable, él salía a cenar después de la una y volvía a su taller acercándose la madrugada. Eran los años 50… Murió en el 1966, mucho antes de que Luichy volviese definitivamente a Santo Domingo.
Hoy, Alberto Giacometti figura entre los artistas más admirados en el mundo, ansiosas las metrópolis por presentar, si no una retrospectiva completa, alguna muestra de sus obras, variándose el concepto y hasta el estilo… Pues Alberto Giacometti no es solamente el autor de la pieza, tal vez más emblemática de la escultura moderna, “El hombre que camina”.
Giacometti, entre tradición y vanguardia. El encantador Museo Maillol, situado en la calle de Grenelle, área de París fértil en museos, galerías, librerías y centros culturales, presenta actualmente una magnífica exposición de Alberto Giacometti que ha seleccionado desde obras de juventud hasta la producción final.
Desplegada en dos plantas, la exposición se caracteriza por una espléndida museografía –a la usanza de los museos parisinos–, ¡la que no solamente seduce, sino que educa! Las esculturas, excelentemente montadas, se acompañan de fichas explicativas y cada fase del oficio se reseña en su particularidad. Luego, fotografías gigantes muestran a un artista inconfundible…
Es así como descubrimos que Alberto Giacometti se apasionaba por la historia de la escultura. Se fijaba no solamente en quienes lo precedieron en su época, sino que su curiosidad alcanzaba los tiempos antiguos y los continentes.
Él forjó una creación múltiple que se apropia de antiguos como de modernos: la exposición nos enseña la diversidad de los modelos y su reinvención.
¡Hay hasta un sorprendente Giacometti neoclásico!
Una autonomía discrecional. Hijo y hermano de artista –el también famoso Diego y su colaborador constante–, Giacometti era dueño de una formación compleja y extensa. Se declaraba totalmente independiente, rechazando ‘dejarse influenciar por nada” –palabras suyas–.
Ello explica la coherencia de una trayectoria personal que manifestó una libertad total, rompió con el surrealismo, y finalmente se centró en un retrato permanente del ser humano –mujer y hombre–, más aun de la condición humana. La visión figurativa singular de Alberto Giacometti, a la vez frágil, incólume y poderosa, se ha impuesto como perenne en su universalidad.
El escultor –también talentoso pintor y dibujante–, según el momento, y multiplicando las técnicas, trabajaba en varios materiales: barro, yeso, madera o metal. Hacía cuerpos enteros en su desnudez, como cabezas y rostros integrados a pedestales enormes… Tampoco creía en el mito de la pieza única: él mismo reproducía sus obras en distintos tamaños.
No cabe duda de que existe un parentesco con Augusto Rodin, por cierto autor de “Un hombre que camina”, tal vez uno de los puntos de partida de “L’homme qui marche” de Alberto Giacometti.
Concluiremos con una anécdota: al expresidente Nicolas Sarcozy, entonces solamente candidato, se le preguntó cuál era su escultura preferida. El político respondió: “El hombre que camina”, es una obra que me fascina por la audacia de su concepción, su soledad, su determinación. El comentario sobra…

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