ALERTA. Luis Alfredo Torres o el gran talento perdido en la noche de Santo Domingo, III

ALERTA. Luis Alfredo Torres o el gran talento perdido en la noche de Santo Domingo, III

Juan Freddy Armando

En mi ponencia sobre Luis Alfredo Torres en la pasada XXI Feria Internacional del Libro de Santo Domingo hay otras observaciones sobre el Canto a Proserpina. Prometí exponerlas hoy, pero he decidido dejarlas para otra ocasión, y pasar a otros poemas del autor.

ASIDERO

Conmuy original enfoque: Alude a una tristeza sin causa sentida al mirar los muebles que antes no le provocaban esa emoción. Me luce una solapada expresión de dolor ante la tiranía de Trujillo (como algunos Poetas Sorprendidos atacaron la dictadura en crípticas claves). Innovadora forma de protestar, tomando una materia muerta como es la caoba, y convirtiéndola en un inexplicable motivo de angustia existencial.

En vez de rabiar (Beetoven o Baudelaire), o burlarse de la vida y de sí (Villón o Pessoa) o atribuir la angustia propia a los demás (Mieses Burgos),Torres prefiere desgarrarse internamente como si castigara la vida castigándose (Pizarnik o Plath). Se culpa y autodestruye en carne y letras, tiritando en la noche capitalina. ¿Por qué lo hacía, qué mala res, qué demonio interior luchaba contra él desde dentro, qué lo impulsaba a lacerarse? me pregunto y no encuentro respuesta, como Aquiles Julián.

NARCISO EN LAS AGUAS

El tema homosexual está en este excelente poema. Aparenta estar escrito en segunda persona, pero la lectura cuidadosa nos lleva a la conclusión que se trata de su propia persona, en mezcla de enamorado de sí mismo y de aquel hombre por quien delira, el cual una prostituta le ha arrebatado y secuestrado. Versos finales:
“Aquel a quien deseas se ha marchado. La ramera/le cubrió con el ala majestuosa de su túnica / y mientras le condujo por las calles desiertas /le ha llamado: «Adolescente mágico», «flecha de la hermosura», / «cuerpo mío»… / y tú, Narciso, en medio de tus aguas, /haz roto el metal que separa la realidad /del sueño, y haz llorado interminablemente / ante la madrugada y tus ojeras, mientras /te miran los amigos, danzan las prostitutas, / y pesadamente caes debajo de la mesa, / ahogado”.

EL LLANTO

La ansiedad de autodestrucción produce hermosos textos, fruto de un enorme talento creativo y una honda profundidad de pensamiento. Uno de ellos es este. Al principio parece tratarse de una amante o amigo que lo ha destrozado con su egoísmo. Pero, al final, en el rabo como en el alacrán está el veneno mayor: saber que los reproches son para su madre. Copio el poema:

Lloro por no haber sido tu amparo, /por haberme detenido en parajes /que te correspondían, por haber meditado / en mi dicha dejando en suspenso tu dicha / y ahogado en mi corazón la tibieza /que le hacía menos nocturno y miserable.

A veces he querido detener el tiempo, / volver atrás, caminar por la infancia / con ese don de inocencia tan precioso / como la palabra lenta de tu cuidado / o el tedio de las hojas.

Era tu vida entonces tan grave, /tan hermosa, que por una lágrima /solía venir. Y recuerdo cómo tu corazón, / vuelto hacia la provincia, era /lluvia sedosa sobre el pasto.

Yo estaba con un amor igual /a la impiedad secreta de los muros./Mas tú venías indescifrable por las horas /y entraba la belleza. Sin embargo, eras/ mi adolescencia herida, mi espejo / reflejado. / Desde entonces, canto, canto el sonido /de la ausencia, me siento solo entre las islas, / imploro a tu ser fuerte. Es que amasabas /los metales, las cicatrices y las sombras, y como río que nutre callado la verdura, /me diste pan de espíritu, y sin cesar, / tu lámpara…

Nadie que llegó a tu puerta /se fue desamparado: ni los enfermos, /ni los perseguidos, ni los pobres… /Sólo yo oprimí la seda amorosa de los frutos, / ciego, roto de corazón, pedazo de osamenta / que turbó la embriaguez que sale de los goces. / Sólo yo di la espalda a la luz /del templo de las Madres.

Y he aquí la enfermedad, la lucha junto a la puerta cerrada en el vacío, /y han de volver briznas, vientos y gentes /a la casa; volverán los pasajes del tiempo /perdido; una llama consumirá papeles; /mas, ¿qué ha sido de la ofrenda familiar /a tu materia: ese beso sobre tus manos extendidas, / esa alegría, por el hijo?

LA TIERRA TRISTE

Aquí hay, como en otros,buen manejo de las repeticiones; recurso de intensidad creadora, efecto adormecedor, consecuencia delhuracán emocional que crea el poeta. El influjo de Cernuda y Pound se siente aquí. No loscopia. Los reconstruye con su personal visión, y los hace sombras dentro de su luz, y son los hombros de estos sabios del verso que lo antecedieron, sobre los que se sube para mirar más lejos, como decía Newton.A continuación un fragmento del poema:

“El mar, y nada más” .

Luis Cernuda

“El mar, únicamente el mar, fue el consuelo /en horas de la tierra triste; él era el astro hermoso / que al náufrago conduce hacia una playa cierta.

En las noches, cuando arreciaba el viento del dolor, / desesperadamente los frustrados deliraban con el mar. /El ruido de sus olas, el blancor de sus espumas y el enigmático / color que a veces tiene, nos mordía y transportaba /hacia su vida misteriosa. /Y en cada amanecer, alguien, alguien se arrodillaba frente al mar: /tal una solitaria esperanza y un apoyo /él era la bienaventuranza prometida.

Fuimos como tronchados marineros y el mar / era la cándida azucena: sus barcos y perfumes /nos hacían desfallecer, llorar sobre la orilla rota; / y cuando el humo de las chimeneas se mezclaba /con las gaviotas y las nubes,/ nosotros, los viajeros heridos, a nuestras casas regresábamos / sin dinero, sin trabajo, sin ruta, sin amor… /y detrás de nuestros rostros empolvados se adivinaba /el hambre, la sed de un horizonte /que a nuestro sueño acorralado diera /de cuanto carecíamos, /y la tierra tiene regazos de abundancia; /pero detrás de su hermosura, de la placidez del surco /en la mañana, /al acecho de la cosecha y de las lluvias /estaban las aves de rapiña, /y después de recorrer contritos /los barrios miserables y deprimidos acostarnos /con la mágica visión del puerto en nuestro insomnio, / nos ahogaba la rebeldía de nuestros pechos /y ceñudos e invisibles nos sentábamos /ante la rica mesa de los criminales… / y cuando llegaban con sus cuchillos y pistolas /a nuestra soledad, a nuestro enterramiento, /el mar, únicamente el mar, era la libertad, /el asidero de los sentidos maltratados /por una atmósfera de luto.

Y por aquellas cárceles siniestras /tenemos una deuda con el mar: /él era el viaje, el porvenir y la prosperidad /que nos aseguró el clarividente.

¿Pues qué frutos podía darnos /una región tan sola y arrasada /si para sobrevivir había que callar /aquellos robos, aquellos crímenes, aquellas / fornicaciones insaciables? /¿Cómo no amar entonces /el vuelo de los pájaros libres, / la inocente sonrisa de los niños,/la vasta luz que duerme tendida /sobre el mar?”.

En la próxima entrega, analizaremos otros poemas.

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