Algo más sobre alianzas e injertos políticos

Algo más sobre alianzas e injertos políticos

Teófilo Quico Tabar

Cualquier partido tiene derecho a hacer lo que sus bases u organismos entiendan prudente, siempre que cumplan con los requisitos establecidos en sus reglamentos y las leyes. Sean alianzas, fusiones, acuerdos, injertos. Lo que sea. Eso no se discute. Sin embargo, es conveniente refrescar memorias con lo que ha ocurrido en el país desde la apertura democrática en 1962, con los partidos y sus pasos aliancistas o unitarios.
Si analizamos el comportamiento de lo que ha ocurrido en materia político partidista a partir de esa fecha, incluyendo los resultados electorales como los diferentes acuerdos, se puede concluir en que cualquiera de las alianzas hechas entre un partido pequeño y uno grande, sobre todo si están gobernando, solo le han dado beneficios a los segundos. O sea, a los grandes o gobernando; salvo a los dirigentes de los partidos menores que han aceptado o propiciado dichos acuerdos. Pero no así a las estructuras partidarias como tales.
Basta con hacer un recuento desde las primeras elecciones, luego de la desaparición de la tiranía trujillista, para cualquiera darse cuenta de que los partidos que considerándose rezagados, o entendiendo que podrían ir más rápido, se han recostado de otros grandes buscando muletas para poder avanzar, no solo no lo han logrado, sino que muchos de ellos se desvanecieron, aunque manteniendo el nombre como franquicia.
No me refiero a lo que pudiera estar ocurriendo ahora. Tampoco a una época específica, porque ese comportamiento ha sido permanente. Desde las primeras elecciones de 1962 cuando VRD y el PN apoyaron a Bosch, en la época de Balaguer, durante los dos períodos del PRD y con el PLD por igual. Ninguno de los partidos o agrupaciones que se han aliado a alguno de ellos tres ha logrado dar un salto hacia adelante. O se han quedado estancados, o al caer del salto se han lesionado, porque lo sucedido así lo indica.
Salvo unos que otros cargos, candidaturas municipales o congresuales que han logrado, por circunstancias específicas y conocidas, las estructuras partidarias, que es a lo que me refiero, no han progresado. Y eso debe ser estudiado y analizado profundamente por sus dirigentes, porque dentro del espectro nacional hay partidos, que si bien se definen como emergentes o minoritarios, cuentan con dirigentes con suficiente capacidad de análisis para comprender que ese camino no ha dado resultado, siempre y cuando, repito, su verdadera meta sea convertirse en opción de poder. Porque en realidad, como lo sabe mucha gente, hay grupos o partidos que saben jugar su papel. Pero no me refiero a esos. Sobre esto he escrito en otras ocasiones, pero lo retomo, porque entiendo conveniente que cuando se discutan a fondo la Ley de Partidos y Electoral, se tomen en cuenta aspectos que podrían, si se establecen reglas claras y limitaciones concretas, evitar malas experiencias. Una de ellas podría ser, que los partidos tengan que medirse solos en los procesos electorales, para posteriormente poder hacer acuerdos o alianzas. Sí. Eso ayudaría a institucionalizar los partidos y la política también.

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