Cuando comencé a escribir en el desaparecido suplemento económico de los domingos en este periódico, uno de los temas que abordé fue el de los alimentos genéticamente modificados, conocidos como “alimentos transgénicos”, era tan exótica la palabra que el ordenador no la reconocía en esos primeros años.
En marzo del año 2000 nos atrevimos a celebrar la primera conferencia sobre este tipo de alimentos, luego que un grupo de mujeres, encabezado por doña Argentina de Álvarez, asistiera en Panamá a la Cuarta Conferencia Regional de la organización Consumers International, en la que el tema principal se refería a si los alimentos genéticamente modificados eran o no seguros.
La delegación dominicana estaba representada por cuatro personas, dos de organismos de gobierno y dos de la Fundación por los Derechos del Consumidor, FUNDECOM, entidad que había surgido el 29 de noviembre del año 1999, o sea, cuatro meses después de nacer FUNDECOM se atrevió a abordar un tema polémico y novedoso que despertó el interés de muchas personas.
Al año siguiente, el ingeniero Eligio Jáquez, secretario de Agricultura en la época, apoyó un evento casi regional sobre el tema que desencadenó un gran debate con científicos locales y regionales. Este evento formó parte de las actividades de la FUNDECOM.
Después el tema fue sujeto de nuevos debates, en los cuales los defensores a ultranza de esos cultivos celebraron eventos y se puso el tema en boca de todos hasta que en el año 2011 Estados Unidos, que se había resistido a que los mismos fueran etiquetados, decidió que los productos que en su formulación tuvieran algún elemento proveniente de la ingeniería genética debían ser informados para que el consumidor ejerciera el derecho de decidir si los consumía o no.
A 20 años de la aparición de los Alimentos Transgénicos, la organización Green Peace ha desmantelado los mitos que sustentaron la promoción de la producción de los cultivos de alimentos genéticamente modificados.
Dice Green Peace que los cultivos transgénicos solo ocupan el 3% de la superficie agraria mundial, que no alimentan al mundo, no son más productivos y no se adaptan a las necesidades de las comunidades con pequeñas explotaciones.
Agrega el informe que el cultivo transgénico fomenta el uso de plaguicidas que ponen en riesgo la salud de los consumidores. “Los cultivos transgénicos han demostrado que no son necesarios y no han ofrecido soluciones para acabar con el hambre en el mundo”.