Aluminio, arte y magia

Aluminio,  arte y magia

Siempre pasa algo maravillosamente loco en Casa de Teatro… Hoy, la sorpresa brota de una exposición singular que, desde la primera mirada, desde que entramos, nos provoca, nos fascina, nos asombra.
Si bien es cierto que insistentes “rumores” habían llegado acerca de la entrega de desperdicios metálicos a los artistas para su transformación, discrecional e impredecible entonces, la realidad supera por mucho la ficción de una metamorfosis contada…
Tampoco estamos sorprendidos de que Freddy Ginebra haya ejercido una vez más su oficio de duende. Él consiguió que una fábrica de piezas de aluminio, regida por un amigo –la amistad aquí es insustituible–, además sensible al arte, le confíe, obsequie, adjudique los sobrantes de impresionantes barras de metal.
De ese componente frío e industrial, convertido tecnológicamente en elementos para la construcción, no se eliminaron los residuos, los cuales hubieran podido quedar chatarra… Los desperdicios inservibles se volvieron desenfrenos creativos… alcanzando una belleza y seducción insospechable.
Armonía y carácter. Freddy Ginebra había llamado a los artistas –¡Casa de Teatro son todos!– y ellos se apropiaron aquellas chapas de dimensiones y tamaños dispares, de formas elípticas, irregulares, extrañas, ¡todas rebeldes y caprichosas al fin!
El talento, el trabajo, la inspiración dieron una vida real-maravillosa a un material exánime, le comunicaron una originalidad fantástica y, cuando hubieran podido ser simples “artefactos”, se volvieron “obras de arte”.
No hay una sola pieza banal o mediocre: cada una tiene sus méritos, proyecta interés y sensibilidad, testimonia destreza e ingenio. Muy pocas veces hemos visto un conjunto de tanta diversidad e imaginación, y a la vez tan homogéneo, contribuyendo el material base a esta unidad dentro de la diversidad extrema.
Recordamos entonces una frase del magno escultor Constantin Brancusi: “Usted no puede hacer lo que quiere hacer, sino lo que el material le permite hacer”. No cabe duda de que estos soportes de aluminio “permitieron” a los artistas hacer bastante… y que sus respectivas participaciones culminaran en un feliz arte de magia.
Luego, colocar en dos salas tantas “esculto-pinturas” ha constituido un reto, pero el montaje, en paredes y pedestales, pudo darles realce en su individualidad. No hay estereotipo ni repetición. Desde ya será una de las exposiciones sobresalientes de 2018.
Obras e identidades. Todas las obras llaman la atención, y, cautivado, el espectador las va descubriendo, ¡únicas en estilo, morfología, volumen, colorido, textura, hasta en composición y espacialidad! Verticales y murales, o posadas y descansando en pedestales, esas láminas asumidas en su casi naturalidad –ya seductora– o por poco irreconocibles, son frutos de la destreza y la imaginación, a menudo de un hallazgo genial.
La determinante etapa de elaboración, que incluía búsqueda, reflexión y ejecución, no solamente identifica a varios autores, artistas plásticos (re)conocidos, sino ha revelado a otros “hacedores” que suelen ilustrarse en categorías y especialidades distintas. No se puede mencionar a cada expositor, a cada obra –uno entusiasmado hizo tres, pero es la excepción–, sino invitar a una visita que, en esta muestra, prescinde de estar guiada. El circuito es revelación, paso a paso, pieza a pieza.
Estas (re)creaciones, abstractas y también figurativas, tienen respectivamente elocuencia y fuerza propia. Lúdicas, lo son: obviamente, cada artista se divirtió, pero hizo mucho más que jugar, él produjo mutaciones inesperadas. Del concepto a la manufactura, dictaron sus metáforas y, poetas visuales, las variaron infinitamente, sin alterar, sin que perdamos, por la versatilidad, percepción de la realidad.
Esta superficie metálica brindada –que, en sí, no era bruta, sino aleación y secuela–, el autor la pintó, ornamentó, aderezó, encoló, vistió, enmascaró, en fin, la transformó y le infligió hasta audaces intervenciones, pero siempre dejó percibir el aluminio, aunque sea mínimamente…. Supo –pues– controlar, agregar y aprovechar: es una hazaña más, que surgió del propio artista.
Adrede, y para dejar espacio a imágenes –una imagen vale más que mil palabras–, no hicimos descripciones individualizadas ni citamos nombres.
Todavía no hemos pronunciado la palabra precisa de “reciclaje”, aunque se trata de un arte de recuperación, muy especial y con resultados espectaculares. Nos parece que sería una oportunidad para que Casa de Teatro celebre un panel, debate o coloquio sobre el tema, siendo el reciclaje una de las modalidades susceptibles de vigorizar la escultura nacional y el impacto de la tercera dimensión.
¡Una vez más, gracias a Freddy, a Casa de Teatro y a los talentos “aluminados”!

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