Amado Cardenal

Amado Cardenal

Nicolás de Jesús López Rodríguez, nuestro amado Cardenal, Príncipe de la Iglesia Católica Dominicana ha desempeñado su misión religiosa con notas sobresalientes, si a pasar balance como si fuese un examen, y en ese jalonar bruñido, la responsabilidad y el valor que le brotan por los poros para suplir esas fallas en los políticos.

Bien procedió nuestro calificado embajador ante El Vaticano, el escritor y periodista Víctor Grimaldi Céspedes, en su defensa a nuestro amado Cardenal, en una responsable posición muy suya, denunciando la orquestación de una campaña mediática sórdida para desprestigiar a nuestro Príncipe de la Iglesia como no habíamos tenido los dominicanos ni tendremos por mucho tiempo.

Actitud del embajador Grimaldi Céspedes a la que hemos debido adherirnos comunicadores, políticos si pueden, obreros, estudiantes, empresarios y religiosos no solo de la Iglesia Católica, sino de las otras, porque se trata de asumir una postura en relación con la defensa de nuestra maltrecha soberanía que la invasión sigilosa persistente de ciudadanos haitianos socava, peligra y torna como una bola de nieve que se derrite en la cima de una loma.

La designación de El Vaticano de enviar un Nuncio de color por primera vez al país, pudiese interpretarse como un signo inequívoco del Papa Francisco I conectado con los propósitos fusionistas que propician sectores poderosos dentro y fuera de RD.

Nicolás de Jesús López Rodríguez ha asumido una actitud de respaldo perseverante a la resolución 168-13 del Tribunal Constitucional que estructura los cimientos para organizar la política migratoria del Estado dominicano conforme a la ley 285-04 cuyo reglamento el entonces presidente Leonel Fernández demoró ocho censurables años en aprobar, y que ambas, todos estamos en la imperiosa obligación de consensuar, si aspiramos preservar nuestra identidad como nación.

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